AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 4

Número: 177

LA NOVELA DE MAMÁ JUNIORS. AÑO NUEVO. TODO CAMBIA

 Entre las cosas que deben cambiar además del cambio natural que significa dejar el año 2008 e ingresar en el siguiente, con toda su carga de esperanzas, temores e ilusiones; es este relato que debe renovarse en virtud de su expansión tan sorpresiva como auspiciosa. Y debe cambiar, porque la notable cantidad de interesados en conocer la historia de esta ciudad gobernada por una débil mujer, ha elevado su número y calidad a límites que exceden cualquier cálculo imaginado por los autores.

Además está el hecho nada trivial de que estas sencillas aventuras están llegando a hogares de distintas partes del país y del mundo (aunque suene arrogante así es la cosa) y muchas veces los desprevenidos habitantes de comarcas impensadas no entienden de que se trata por la abundancia de localismos o, tal vez, por oscuros personalismos que dificultan la claridad del relato . Por eso, a partir de este año, abundaremos en explicaciones y descripciones, tal vez redundantes para los vecinos que tienen la suerte (o la desgracia) de vivir en la tierra de Mamá Juniors, pero imprescindibles para aquellos que no tienen ni idea de donde vivimos o quienes somos. Hecha la aclaración comenzaremos con la primera ficción del año nuevo. Adelante con los faroles.
 
AÑO II. CAPÍTULO 1º
 
La ciudad que nos ocupa de nombre Esperanza bautizada por anónimos como "La Suiza de las Pampas" es una pequeña ciudad de la República Argentina con Iglesia, monumento y Muncipio alrededor de una plaza. Plaza San Martín que otrora fuera el orgullo de los vecinos y que hoy se encuentra tomada por una cantidad imposible de contar de los llamados "pájaros cagadores" los cuales vienen secando árboles y tapizando senderos y bancos con sus excrementos.
Gobernada por una alcaldesa a quien los naturales llaman Mamá Juniors, la ciudad acusa un marcado retroceso de un tiempo a esta parte que muchos adjudican a la gestión de la señora y otros a los oficios del régimen anterior. Este dilema, eterno, hace que, día a día, se instalen tremendas discusiones en los bares de la polis entre émulos de la Gran Dama y simpatizantes de la oposición orientados por Don Carlos Iº de Fascendinilandia.
Pasados los festejos del Año Nuevo los esperancinos se entregan a un receso lógico que imponen un poco el verano y otro poco el cansancio por los tejemanejes de un año político nada común. Piense el que lee que la ciudad (machista por naturaleza) nunca imaginó que iba a ser gobernada por una mujer. Hecho éste que produce una creciente angustia existencial con síntomas de melancolía e incertidumbre por el futuro.
 
- ¿Qué se va a servir la señora? - preguntó uno de los edecanes luego de anunciarse con tres golpes de corneta.
- Lo de siempre. - dijo con desdén la gran señora mientras se acomodaba el pollerín y escupía el carozo de una aceituna que había quedado de la noche anterior.
La Gran Dama Blanca bostezaba sentada en el gran sillón desde el cual imparte Orden (?), Protección (?) y Dirección (?) al sufrido pueblo que la ungiera un año atrás, rodeada por algunos de sus consejeros que, convocados de apuro, llegaran uno por uno obnubilados por una inocultable resaca fruto de los brindis acostumbrados en las fiestas.
- ¡Señores! - dijo de pronto la señora levantando una copita de Anís "8 hermanos" - Quiero utilizar este primer día del año para agradecerles la labor desplegada hasta el presente e instarlos a no desfallecer en el desinteresado camino que habéis iniciado en pos de la felicidad y el progreso de nuestro pueblo.

Todos aplaudieron, se abrazaron (los que podían abrazarse) y brindaron con sidra "La Victoria", brebaje emblemático (y barato) provisto por la tesorería del reino. La señora se mandó el trago de anís y se acomodó en el sillón apoyando la testa sobre un cojín que le alcanzara uno de los criados, acto seguido tomó la palabra el Presidente (recientemente destituido) del Honorable Concejo Deliberante al que llaman Sir Piqui Andreoli, hombre robusto de dudoso comportamiento quién levantando la copa en el aire dijo dirigiéndose a la alcaldesa.
- Señora, con todo respeto, veríamos con agrado, tanto yo como mis ayudantes, que nos dijera que es lo que hemos hecho tan importante para el pueblo en todo este tiempo...
- Milord, si usted no lo sabe, como quiere que lo sepa yo...

Un creciente murmullo se notó en el gran salón. El Secretario de la Producción se escondió detrás de un perchero mientras la responsable de Promoción Social se agachaba para buscar una albóndiga debajo de la mesa.
- ¡Señora! - insistió el grandote - ¡Muchas veces uno necesita que sus jefes lo estimulen remarcando sus aciertos para así continuar con más fuerza el sendero que hemos elegido al servicio a la ciudad y a la Patria!.
- ¡Yo no soy su jefa, señor! ¡Más te quisiera, insolente de mierda...! - gritó la gran Intendenta tirando la copita de anís contra la pared - ¡Yo no soy jefa de ninguno de ustedes, faltaría que me tenga que hacer cargo de todas las macanas que hicieron este año!

En honor a la verdad nadie entendía nada. ¿Todo había empezado con un brindis amistoso y de repente se declaraba la guerra? ¿Qué pasa en el ánimo de la corte? ¿Viene malo el anís "8 hermanos"?. Estos tremendos interrogantes flotaban en el ambiente cuando se abrieron los inmensos portalones del Gran Salón dando paso a un emisario de Fascendinilandia portando un mensaje enrollado y atado con una cinta roja. Tres golpes de corneta anunciaron al chasque, que avanzó a paso de murga llevando el escrito sobre un almohadón colorado. La señora levantó el rollo y ordenó al emisario que la reverenciaba que se pusiera de pie. Desplegó la misiva y pidió otra vuelta de anís. Un silencio interminable se adueñó de la estancia mientras la gran dama leía el papiro. Luego vació la copa de "8 hermanos" de un trago y arrojó el papel al suelo. Enseguida hizo una seña al mensajero de Fascendinilandia y le ordenó que le entregará el almohadón colorado. Ya en manos de la señora la almohadón fue ablandado con golpes de mano y acomodado en el respaldar del trono para la que la Ama de Leche del Salado acomode su cabeza. Acto seguido la señora se durmió.
- ¡La señora duerme! - anunció uno de los edecanes al resto de la concurrencia para que entendieran que debían retirarse.
 
Los cortesanos fueron dejando sus copas de sidra, mirando de reojo el papel arrojado por la gran alcaldesa. En puntas de pie, para no despertar a elegida, dejaron lentamente del lugar. ¿Qué decía la misiva del primer enemigo del reino? ¿Acaso la declaración de la guerra total? No importaba demasiado, todos salieron felices, poniendo los ojos en blanco cada vez que opinaban, mostrándose seguros de ser los más audaces removedores de ideas del universo. Disfrutando del momento en que, hasta lo que no se hace, está pago por el conjunto de los contribuyentes, la buena vida a cambio de nada. Solo seguir riéndose con bajeza de los chistes de la Señora o pedir la palabra para hacer mociones descabelladas.

Mientras tanto en los barrios obreros, en los arrabales febriles, en el silencio de las fábricas, una especie de canto parece levantarse limpio e inocente al margen de los despachos reblandecidos donde se fruncen las conciencias y los ideales.

Cuando el salón donde se resuelven para bien o para mal los asuntos de la ciudad estuvo vacío, pudo verse a una mujer mansamente dormida en su silla curul y a sus pies un papel blanco con letras enormes firmado por sus tenaces adversarios, miembros de otro equipo, cultores del reino de Fascendinilandia que decía: "Que la inocencia te valga".
 
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Anatole France (1844-1924)
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