Esperanza no es una isla. El problema del campo, las condiciones naturales adversas, un gobierno debilitado que parece incapaz de leer la realidad, han producido las penas que hoy golpean a los más necesitados.
El aumento de los costos internos y un dólar congelado hacen que los productos locales no sean competitivos en el mundo. Las industrias, para seguir operando, deben reducir costos de fabricación y una de las componentes de esos costos es la mano de obra. SADESA no es una isla y ha producido ya 200 despidos que llevan inquietud a otras tantas familias esperancinas. El impacto que produce cualquier movimiento de esta industria en la comunidad es importantísimo.
l sindicato ha entrado en pánico porque al parecer el número de despedidos crecerá y si bien hasta ahora todo está curiosamente en paz, de continuar con el achique de personal, nadie puede prever el acontecer futuro.