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Humor

Año: 1

Número: 7

El Senador, el Cicae y el Fantasma de Tato Bores

Tato Bores de Frac, moño, peluca (¿te acordás?) cruzó la Avenida Córdoba con serias intenciones de ver de donde venía el ruido que en forma de rock pesado desparramaba pájaros nocturnos en la Plaza San Martín. “¿Excentra? -se preguntó el cómico- ¿qué carajo es Excentra ..?”.  La cosa es que el gran Tato, anteojos grandes, camisa blanca (¿te acordás?) escuchó el sonido ronco de una voz conocida, justo cuando su zapato derecho de charol pisaba el cordón de la  vereda de la plaza.
-¡Tato! ¿Qué hace vestido así, mi amigo...?
El “Cholo” Marín se había plantado. Duro,  al lado de una palmera, mirando para todos lados, vestido con una remera rosada y lentes John Lennon hablaba frente a la propia oreja de Tato bajando la voz .
-¡Pero que me hace Tato, como se me viene de frac, vestido de pingüino en esta movida de pendejos...! ¡Tato, me extraña de un dandy como usted, che ...! ¡Venirse así, sin cotillón...!
¿Qué le pasa, che, se ha vuelto loco...?
-Pero... Cholo, no se ponga así... -balbuceó Tato Bores-
-¡Nooooo! ¡Cállese, señor Tato! ¡Lo siento, pero así vestido no me lo banco, che...!!!
Dicho esto, el "cholo" se perdió en dirección del escenario donde tocaba “Yiya Murano”. Estaba camouflado (de nada Cholo), con una remera tipo rosado rabioso fosforescente, digamos, vamos a decir... (O sea: un golpe bajo a la hombría de bien que le dicen)
“Un jovato infiltrado” -pensó Tato de América, mirando la punta de sus zapatos "negro brillante"-. Pero se ve que esta no era la tarde en que el hombre de la peluca iba a estar tranquilo, no mi amigo, porque un chistido, que venía de atrás de un Jacarandá centenario, lo sacó de pronto de sus pensamientos.
- ¡Chist! Tato, acá, atrás del árbol... ¡Venga, arrímese hombre, que estoy de incógnito!.
¡El Senador! Pero... Y no le han mentido, era el mismo Senador Fascendini que chistaba y le hacía señas con la mano desde la semioscuridad de la plaza. Tato se arrimó en puntas de pie para ver que pasaba.
-¡Senador! Pero.... ¿Qué hace en la oscuridad?
- Venga Señor Tato -susurró el otro-,  acérquese que necesito contarle algo... -El Senador miraba para todos lados como testigo falso- Mire, Tato, estoy muy preocupado, hasta angustiado, che ...
-Pero... ¿Por qué? ¿Qué ha pasado, Senador...?
-Es por los tipos del CICAE, Tato, no me quieren, me dan vuelta la cara. Sin ir más lejos recién lo crucé a Meyeban y me tiró con un coquito....
- Pero ... ¡Qué barbaridad..!  ¡Hombre grande!... Pero, usted no les habrá hecho algo, Senador...
-No, Tato, le juro que no. Es más, ahora me porto bien, no se que me pasa pero últimamente me agarró el berretín de hacer el bien, Tato, se lo juro... igualito a los Boys Scouts... Mire Tato, hasta pensé que estaba enfermo, ahora salgo de mi casa y le digo a la “negra”: “Griselda, hoy voy a hacer una buena obra...”
-¡Pero, que bien! ¡No me diga ...!  -dijo Tato esquivando una caca de paloma que cayó como un misil de las alturas- Pero; ¿entonces, que pasa, por qué le tienen bronca estimado Senador...?
-No sé Tato, no sé, eso es lo que me tiene tan mal. Fíjese usted que hace unos días, para congraciarme con ellos, me dije: ¡Voy a conseguir el predio de la Fecol en donación para el Cicae...! ¿Qué tal, qué le parece?
-¡Bárbaro, Senador, un golazo...!
-Y ya lo tengo casi, tengo el proyecto redondito, listo para presentar antes del 30 de noviembre, con decirle que tengo hablado a mis colegas que me prometieron su apoyo. ¡Imagínese Tato: el terreno, con el salón y todos los chiches, es nuestro, nuestro...!
-Excelente -Se emocionó Bores- ¿Y se lo dijo a los del Cicae?
Hubo una pausa en el diálogo a media voz que sostenían en la penumbra de la plaza el Senador Fascendini y el gran Tato de América. La música de fondo -que venía por el lado del monumento- era ejecutada por unos pibes que se hacían llamar “Cul de Sac” o algo parecido. El Senador se secó una lágrima rebelde que rodó por su mejilla y habló.
-Se lo dije, les mandé dos notas. ¡Quiero que vengan a opinar Tato! ¡Les pido por favor y no me dan pelota...!! (Otra pausa en la noche) ... Señor Tato, necesito que usted hable con ellos, con Megevand, con el raviolero, con el dogor.... ¡Por favor Tato, usted que es amigo de Simonutti, dígale, hable con él, ayúdeme, por favor, buaaaaaa! ¡Buaaaaaaaa!
-Pero, Senador, no llore, no se ponga así, se lo ruego....
El político de la pampa gringa se abrazó al gran Tato de América y lloró desconsoladamente por unos segundos. Después se secó las lágrimas y mirando fijo al cómico nacional dijo con voz llena de angustia.
-Es que hace una semana que no duermo pensando. ¿Por qué no quieren? ¿Por qué se niegan a que les regale el predio de la Fecol, Tato? ¡Por qué! ¡Por qué! ¡Por favor, por favor, amigo, hable con ellos...!
Tato le dio un beso en la frente al Senador Fascendini, después lo vio alejarse cabizbajo y triste en dirección al Monumento. Tenía una bermuda verde y zapatillas de basket. El político hizo unos pasos hacia el centro de la plaza y giró de golpe. Ya no lloraba y había recuperado su actitud ganadora y desafiante. Entonces pegó el grito.
-¡Y que no me hagan calentar, Tato, qué no me hagan calentar, porque se lo pongo a nombre de la Municipalidad y listo, che! ¡Qué joder..!!!
Tato Bores, o sea: "Tato Borenstein de América", el gran cómico argentino, reconocido por generaciones, pegó un salto y en solo dos trancos atravesó la calle Sarmiento que ahora se poblaba de autos de retreta, el capocómico entró velozmente en “Media Cuadra”, buscó con desesperación la mesa de la pared, llamó al mozo y pidió con ansiedad una ginebra doble.
-Pero amigo Tato, le recuerdo que usted no toma alcohol... -le dijo sorprendido Santo, el gran mozo de Media cuadra-
-Hoy sí, hoy sí tomo, pibe....
-Pero... ¿Por qué señor Tato?
-Menos pregunta Dios y perdona... -dijo el gran cómico mientras miraba por la vidriera del boliche. En la plaza se escuchaba la música de “Los condenados”-
THE END.