MACRI SE CARGA AL PERONISMO CON UN REVOLVER DE JUGUETE.
Cada 16 años, los argentinos se empachan de las deformaciones peronistas y las borran del mapa. Ya pasó con el califato de Carlos Menem y ahora, todo hace pensar, que los delirios de grandeza vitalicia de los Kirchner corren la misma suerte.
CAMBIEMOS.
El espacio “Cambiemos” es un acierto desde el título hasta el discurso. Todo se aprovecha, hasta el empacho cíclico de la ciudadanía (peronistas incluidos) de sus propios engendros. La gente esta tan harta del “kirchnerismo” como lo estaba en su oportunidad del “Menemismo”. Los mismos peronistas que, en realidad, son los padres de la criatura, han decidido sacarse de encima lo que hoy es una verdadera pesadilla. No pueden hacerlo por sí solos y están delegando en Macri esa tarea.
LA SOLEDAD DE SCIOLI
El motonauta no termina de convencer a los kirchneristas. Se nota demasiado que el “narcisismo” creciente de Cristina no soporta la idea de dejar el poder en manos de Scioli. Las últimas apariciones de la Presidenta muestran una sensualidad enfermiza hacia las cosas que, según ella, hizo, inventó o sacó de la nada, cual diosa pagana, benefactora de un país que antes de su llegada era un páramo y hoy se ha convertido en paraíso. Las encuestas obligaron a la reilna “K” a mostrarse con su esclavo. Lo hizo a desgano, retaceando la bendición. Lo curioso es que Scioli no parece tan seguro de que la cercanía con Cristina sirva para ganar. Ella no quiere y él menos, la gente lo percibe, y termina siendo un salvavidas de plomo para las aspiraciones de Scioli.
SIN ANIBAL
A Scioli lo debería favorecer que la chica Vidal (Heidi), haya limpiado al villano Aníbal, porque ahora va solo, se supone que más liviano. El hecho de que el peronismo haya perdido la provincia de Buenos Aires no es un asunto menor. El gran territorio gobernado durante casi treinta años por el peronismo parecía infranqueable. Podía perderse la elección nacional pero perder la Provincia de Buernos Aires era impensado. La lucha entre Anibal y María Eugenia Vidal, fue una lucha desigual, los ciudadanos debieron elegir entre la magia de la Cenicienta impecable y la representación viva de la corruptela kirchnerista. La chica inmaculada aplastó al villano y ahora preocupa que eso se traslade a nivel nacional. El síndrome “K” empacha y envuelve al candidato. Scioli quiere escapar escondiéndose todo lo que puede, pero la peste se le pega como abrojo. Eso lo fastidia, lo deprime, lo agobia y –lamentable- se traduce en su rostro demacrado, el rostro de un perdedor.
MACRI CON VIENTO DE COLA
Todavía no ganó, para ganar tiene que capitalizar el voto del peronismo crítico. Y éstos, los peronistas críticos, deben llegar a la conclusión que una derrota es más digerible que soportar a los cristinistas. Los peronistas críticos saben que, escondidos detrás de Scioli (el candidato no digerible), está la Cámpora, Máximo, el periodismo militante, Lázaro, todo el combo que empacha. “Soñemos” dice Macri y con eso le basta para picar en punta. La magnitud del hartazgo de la mayoría ciudadana le da a Macri la oportunidad única de ganarle al gran movimiento de Perón con un revolver de juguete. En suma. Macri no gana, es el peronismo el que pierde por sus divisiones internas. La única esperanza de un triunfo peronista está cifrada en que, en los pocos días que quedan para la definición, se arreglen las grietas internas y se consiga la unidad. Eso, sin embargo, parece imposible, no hay tiempo suficiente y la suerte parece echada. La campaña oficialista basada en “cuidado que si gana Macri se viene la debacle” no hace más que profundizar el rechazo hacia el kirchnerismo.