HISTORIAS DE LA CIUDAD SECRETA
El "faquir".
Dicen que una soga que se eleva es metáfora de lo religioso. El acto de la cuerda que realizan algunos faquires es un intento de unirse a Dios. Para lograr un instante de comunión hace falta un milagro: subir la soga. Aunque sea dificil de creer, nuestra ciudad tuvo un faquir.
Entre los parroquianos del boliche de Córdoba y Janssen se encontraba uno de los mentores o bastoneros de una de las comparsas de la ciudad. El fulano se quejaba de la poca participación del público local al que consideraba pijotero para los aplausos. El silencio cómplice de los presentes fue la causa que obligó al "Colo" a intervenir.
- Aunque usted no lo crea supo haber un nuestro medio un artista amateur que ejecutaba un número que, según sus seguidores, fue muy favorecido por el aplauso del público -dijo el Colo.
- Me gustaría saber de que se trata. -dijo el otro.
- El faquir "cabecita" Klennow realizaba en los teatros un número que consistía en trepar por una gruesa soga de cáñamo que se elevaba sola, mientras sonaba una ocarina. Los asistentes (casi siempre en la sede de la Asociación Deportiva Juventud) no dejaban de advertir que la cuerda ascendía tirada por un hilo delgado y transparente que iban enrollando dos amigotes de "cabecita" desde el techo del escenario. Todos intuían también que la punta de la soga se colgaba de un gancho y que el "faquir" no llegaba al cielo como anunciaba sino apenas a un andamio oculto tras los volados del telón.
- Oiga, no estará comparando ese fraude con nuestro número artístico -dijo el bastonero de la comparsa.
- Estoy diciendo que el público de nuestra ciudad es bastante tolerante en ocasiones. -dijo el Colo.
- Lo curioso es que se valoren cosas como ese "faquir" y a otras que son un verdadero prodigio se les niegue el aplauso.
-En eso estoy de acuerdo con usted. Lo que es casi un prodigio que la gente aplauda algunas cosas -dijo el "Colo" que ahora prestaba toda su atención a unos porotos con ajo y perejil arrimados por el dueño del boliche.