ALGO había que hacer con esos motores inservibles arrumbados en un galpón estatal. Eran unos Willys Overland que habían propulsado los jeep artillados que los soldados estadounidenses utilizaron en la Segunda Guerra. Finalizado el conflicto bélico, la industria norteamericana los recicló en los tractores Empire.
A fines de los ’40, funcionarios del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (Iapi), encargado del comercio internacional del país, compraron 2.500 unidades de esa maquinaria agrícola por una cifra millonaria. Sin embargo, jamás pudieron surcar nuestros campos porque tenían un problema de diseño insalvable.
¿Desafío o locura?
El entonces ministro de Aeronáutica, brigadier Juan Ignacio San Martín, le propuso al presidente Juan Domingo Perón utilizar los motores herrumbrosos como plataforma de lanzamiento de la industria automotriz nacional. El mandatario aprobó la idea y el funcionario planteó el desafío a técnicos de Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (Iame). El complejo fabril, a la vera de la ruta 20, en Córdoba, había sido creado el 28 de marzo de 1952; ya existía, desde un año antes, en el mismo predio, la Fábrica de Motores y Automotores.