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Espectáculos

Año: 11

Número: 546

LA NOVELA MUNICIPAL: "¡HAY UNO QUE QUIERE QUE DONE EL SUELDO!"

LA NOVELA MUNICIPAL:

“¡Hay uno que me quiere hacer donar el sueldo! ¡Hay uno que me quiere hacer donar el sueldo!” “¡Hay uno que me quiere hacer donar el sueldo!”

Los gritos de la señora alcaldesa atronaron en el salón de su despacho y llegaban hasta la sala de espera donde los empleados habían pegado el oído a la puerta.  Dos Santos vestido totalmente de negro y el tenedor de libros Alfonso Gómez llegaron por las escaleras como una tromba y se metieron en el recinto.

- ¿Está soñando?  - preguntó Dos Santos.
- Parece –dijo Gómez.

La Intendenta estaba tirada en el suelo con la cabeza apoyada en el grueso expediente que contenía el proyecto de Parque Industrial.  Tenía el pantalón arremangado hasta la rodilla. Un zapato colorado estaba sobre el escritorio, el otro lo tenía a medio salir en el pie izquierdo.  La blusa abierta mostraba un portasenos grande y seguro que tenía bordada foto de Perón,  grande. Los breteles caídos.  Cada tanto la mujer gritaba toda traspirada que “Había uno que quería que ella donara el sueldo”.

- Tiene pesadillas desde que el cura de la parroquia estuvo acá. – Dijo el fotógrafo.
- ¿Qué le dijo el cura? – Preguntó Gómez.
- No estoy seguro pero parece que le dijo que si no donaba el sueldo se iba derecho al infierno.

Gómez se agachó y tomó la cabeza de la Intendenta.  “Pobre, pensó,  le tiene pavura al diablo, con razón grita”.  El Tenedor de Libros observó el desorden que había en el salón.  Vio un florero sobre el escritorio y llamó a Dos Santos que miraba quieto la escena.

- Oiga, téngame acá – dijo el Secretario de Hacienda señalando la cabeza de la doña.

Dos Santos estaba vestido totalmente de negro. Cuando se agachó el pantalón negro chirrió  por la costura del culo.  El fotógrafo se lamentó pero no soltó la cabeza de la señora. “Tengo que empezar con el régimen” dijo. 

- ¿Podés creer que se me rajó el pantalón?  ¡Será posible, que lo reparió!

Gómez no escuchaba. Estaba dejando unas flores marchitas en el cesto de papeles y se acercaba con un florero en la mano derecha.

- No la sueltes – dijo el tenedor de libros  y le arrojó a la Intendenta el agua del florero en la cara.  Cuando la señora recibió el chorro pareció que se ahogaba. Sacó la lengua. Abrió desmesuradamente la boca tratando de pescar una bocanada de aire y después se quedó seca, quieta, desmayada.
- Che boludo, se ahogó. –dijo el fotógrafo sacudiendo la cabeza de la doña.
- Pará, no seas negativo, fijate si respira – dijo austadísimo Gómez.

Dos Santos se agachó para arrimar la oreja al rostro  de la primera dama y el pantalón negro se rajó todavía un poco más.  “Será posible”, pensó el morocho y arrimó la oreja lo más que pudo. Cuando estuvo más que próximo un chorrito de un líquido turbio  surgió de la boca de la señora directo a la cara del petiso. Dos Santos miró con desesperación a Gómez con los bigotes chorreando.

-  ¡Cómo será tu madre! ¡Mirá lo que me hizo, la jovata!. ¡Vamos a la mierda Alfonso!

El morocho dejó caer con bronca la cabeza de la Intendenta que rebotó contra el expediente del parque industrial y se levantó sintiendo el aire que le entraba por el tajo del pantalón. 

- ¡Quién me manda meterme, que lo parió!  - se quejó el petiso.
- Está bien, vamos. Dejala dormir. – Dijo Gomez.

Los dos funcionarios salieron en dirección a la salida. Ya en la puerta miraron hacia donde estaba la Intendenta que seguía despatarrada en el piso.  Cuando Gómez se dispuso a salir una convulsión de la mandamasa sacudió el silencio del recinto.

- ¡La puta que lo parió, hay uno que quiere que done el sueldo!  - gritó la mujer sacudiendo las manos y las patas.