“Ahora que ustedes tienen un médico de candidato a concejal, me viene a la memoria un caso parecido que sucedió para las votaciones de mi pueblo.”. Dijo el “Colo” apoyado en el mostrador del Bar del Hotel Castellón.
“Durante las legislativas del 2001 se presentó como candidato por el partido peronista un doctor que tenía fama de enamorar mujeres mientras les tomaba la presión”.
- Esa si que es raro, che –dijo Roberto, uno de los parroquianos, levantando la vista del diario.
- El tipo empezaba con el verso de que en la familia había gente de presión alta y baja, las minas quedaban fascinadas y listo, vamos al terreno de al lado...
- ¿Por qué en un baldío?
- El tipo decía que le gustaban los ruidos de la naturaleza, además en mi pueblo no había sitios específicos para el apareamiento. El baldío tenía un agujero en el tejido, se atravesaba un zapallar y se colgaba la pilcha en una higuera.
- ¿No se arriesgaba demasiado siendo candidato? - preguntó un gordo con medio triple en el buche.
- Un día, el matasanos, encaró el baldío con una chica, “vamos a mirarnos fijamente a los ojos” dicen que le dijo. Estaba oscuro, pero el doctor tenía una linterna de 10 elementos, todo bien hasta que, en el punto más alto de la pasión, se aparece un tipo. “Buenas noches, soy el sereno”, le dijo. “Momento, dijo el médico, en los baldíos no hay serenos”. “Esto ha dejado de ser un baldío, señor, porque ha sido adquirido” le retrucó el otro. “Pero eso yo lo ignoraba”, insistió el doctor. “Bueno hagan lo que quieran” dijo el sereno y se fue.
- Fácil de convencer. ¿Y que pasó?
- Imagínense, “bueno mi amor son cosas que pasan, total ya terminamos, dijo la dama, vamos a buscar una pizzería para reponer energías”. Van a buscar la ropa a la higuera y no estaba la ropa. “Calma, dijo el médico, adoptemos un aire casual, crucemos la avenida y tomemos un remisse”, eso hicieron se taparon con unas bolsas de consorcio y pidieron un remisse”.
- Asunto concluido –dijo Roberto.
- Mas o menos –dijo el Colo- cuando el remisero vio que el médico no tenía bolsillo donde guardar la billetera, se las tomó. Tuvieron que caminar unas cuantas cuadras, cruzar la plaza, los vio todo el pueblo
- ¿Cómo estaba en las encuestas? - quiso saber el mozo.
- Iba bien. Después de esto se desinfló y salió último. – dijo el Colo.
- Casualidad el parecido con nuestras votaciones, lástima no le conocemos el baldío, aunque se puede averiguar.. – Sentenció Roberto.
- Menos averigua Dios y perdona -dijo el Colo antes de desaparecer.