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Humor

Año: 11

Número: 526

LA NOVELA MUNICIPAL HOY: "SEGURIDAD"

LA NOVELA MUNICIPAL HOY:

- Señora están en los portales los nuevos comisarios del pueblo.

Eso gritó el asistente Dos Santos, todo vestido de negro como "El Zorro",  despertando a la alcaldesa quien se encontraba en la gran mesa de los tejemanejes dormitando con la rubia cabeza apoyada sobre la carpeta de creación del Instituto del Habitat.

-¡Epa! ¡Ea, ea, eapepé! -gritó con susto de recién despertado la primera dama- ¿Qué hace Dos Santos, me quiere matar del susto? ¿Por qué no se va un poquitito a la mierda y me deja de joder?

- Señora, más te quisiera, pero no puedo, han llegado los nuevos capos policiales y ya están zapateando por las escaleras.

- ¿La milicada? ¡Llame de inmediato al comandante Fernandez!

- El comandante se encuentra en el corralón municipal señora.

- ¿Qué carajo hace ese negro en el corralón?

- Dice que está chupando nafta del tanque del camión regador porque le están afanando combustible.

- ¡Ja, no me haga reír! ¡Dígale a ese taquero borrachín que venga urgente porque lo rajo!

La señora se arregló los breteles del vestido. Se agachó para buscar los zapatos mientras se subía un poco la pollera para acomodarse la bombacha. Dos Santos estaba firme con la manija de la puerta en la mano derecha esperando que su jefa termine de acicalarse. La señora se escupió las manos y se alisó el cabello, enseguida se sopló la nariz y se rascó la retaguardia haciéndole la seña de "esperá un poco" al fotógrafo.

- Ahora, che, metele pero antes ponete la camiseta adentro del pantalón. -dijo la Intendenta ya ubicada en su sitio en la mesa haciendo como que leía un papel.

- Adelante oficiales - dijo "El zorro" mientras abría la puerta y se acomodaba la musculosa que también era negra. .

A paso de procesión entraron al recinto tres uniformados, que fueron a detenerse frente a la reina madre, haciendo sonar los tacos. La Intendenta se puso de pie, hizo la venia y volvió a sentarse. Hizo un gesto con el dedo para que los visitantes tomen asiento y carpeteó a los fulanos uno por uno. El trío se sacó la gorra y tomó asiento acomodando primero el sable.

- Bien, señores, que los trae por acá.

- Señora -dijo un canoso con tres botones dorados en el hombro- Hemos venido a hablar sobre seguridad.

- Seguro. -retrucó Ana María apantallándose con un ejemplar del presupuesto 2012.

- ¿Seguro? -se descolocó el oficial- ¿Seguro qué?

- A seguro lo llevaron preso -dijo la reina del Salado.

Dos Santos se entretenía tratando de encender un ventilador de pie. "Hace lorca" -dijo-. El "zorro negro" traspiraba como testigo falso y forcejeaba en un rincón con el aparato hasta que, finalmente, lo hizo andar. El aire agarró de atrás a la señora y le desparramó el flequillo. La condesa del trigo se incomodó y le tiró con un cuaderno. "Apague eso, Dos Santos" ordenó la alcaldesa mordiendo un mechón de pelo que le flameaba entre la nariz y la boca. El fotógrafo tiró del cable y la hélice se detuvo.

- ¿Dónde estábamos? -preguntó la mandamasa.

- Es nuestro deseo trabajar en conjunto con el Municipio para bajar la inseguridad, gran señora. -recitó un sargento moviendo los bigotes.

- ¿Nosotros qué podríamos hacer, general?

- El municipio puede hacer mucho -intervino el canoso- por ejemplo controlar la venta de alcohol a menores.

La señora miró debajo del escritorio donde ocultaba una botella de "Ferroquina Bisleri".  Dos Santos, para disimular, sacó un sifón de soda de un armario y se mandó un largo chorro sin respirar, abriendo la boca como un sapo. .

- ¿Le parece, teniente, que hay que controlar el alcohol? -se interesó la gran jefa mientras intentaba ocultar con la pata regordeta la botella de "Ferroquina".

- Los menores chupados son un peligro. -Dijo un petiso que debería ser cabo o sargento y que tenía un solo diente.

- ¿Y los mayores chupados?

- También son peligrosos. Pero menos -dijo el canoso.

- ¿Por qué menos? -quiso saber Ana María de los Angeles.

- Porque se van a dormir la siesta -intervino el milico de bigotes.

- Tiene razón -dijo Dos Santos eructando la soda.

A continuación, la Intendenta, se puso de pie y cantó el himno a capela. Los tres guardianes del orden gritaron "¡Atención!" y en posición de firmes hicieron la venia. Así permanecieron hasta que la primera dama terminó con el último "¡O Juremos con gloria morir!". Finalizado el himno la señora le dio la mano a los tres milicos. Enseguida,  reculó un paso y gritó de prepo con cara de guerra: "¡SUBORDINACIÓN Y VALOR!",  "¡PARA DEFENDER A LA PATRIA!", gritaron más fuerte los tres milicos.

- Bueno, ahora tómensela. -dijo la reina madre.

- A la orden señora Intendenta - corearon los policías mientras encaraban la puerta seguidos por el zorro Dos Santos. .

Cuando la puerta se cerró, Ana María de los Angeles del Cocco se quedó sola en medio del salón. Se había sacado los zapatos y movía los dedos. Para evitar un calambre del dedo chico" se dijo. El comandante Fernandez no vino, me tiene podrida ese negro, lo voy a rajar, se dijo a sí misma mientras miraba como las palomas le cagaban el balcón.  "Esta debe ser la soledad del poder", pensó. La mañana ya estaba perdida como tantas mañanas perdidas, inclinó la blonda cabeza y dirigíó su mirada hacia el escondite donde guardaba celosamente la botella de "Ferroquina Bisleri". Se acomodó un poco el flequillo y levantó la espirituosa bebida como si estuviera dirigiendo el tránsito.  Giró lentamente la rosca de la tapa, olfateó el aroma del líquido verdoso y, mirando al techo, se mandó un trago a pico y sin anestesia.

- ¡Ahhhhh! -suspiró la alcaldesa paladeando el néctar que todavía permanecía en su jeta sensual y carnosa- ¡Estos boludos que quieren controlar la chupa no saben lo que se pierden!. - gritó mientras le entraba una y otra vez a la botella.