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Humor

Año: 11

Número: 519

"SE LE FUE LA MANO...."

De regreso de sus vacaciones, la reina de la primera colonia, se presentó ante sus edecanes y se impuso de las últimas novedades. Correctamente vestida, acorde a la temperatura ambiente, la gran señora lucía un batón transparente en vaporosos tonos verdeoliva regalo del comandante Fernandez, alpargatas con suela de goma, lentes de sol un poco grandes para mi gusto y ruleros en la cresta "porque esta noche tengo una comilona". Gómez, requerido de apuro para la reunión, se encontraba frente al despacho de su jefa, descalzo y con la bermuda todavía mojada. Habrán sido las cuatro de la tarde cuando el Secretario de Hacienda informó a su graciosa majestad que todo seguía tal cual lo había dejado hace un mes.

-¡Cómo que todo sigue igual, no me diga que Blangini no terminó con el cierre pedorro de la plaza!

- No señora. El arquitecto está apenas por la mitad del asunto.

- ¡Bueno, basta de cocinar con grasa, che! ¡Fernandez tráigame a Blangini o tráigame la cabeza de Blangini!

Es posible que la frase de la alcaldesa ordenando traer "la cabeza de Blangini" haya sido pronunciada en sentido figurado. Pero igual, el comisario Fernandez instruído durante años en las fuerzas del orden con "manu militari", estaba acostumbrado a entender las cosas tal cual sonaban "al pan pan y al vino vino", si le decían la cabeza era la cabeza, qué joder. El morochito Anza, convocado de apuro, curiosamente ataviado con camisa blanca, sunga y mocasines, miró para todos lados creyendo que la señora estaba haciendo un chiste.

- Señora -dijo mientras se escupía los dedos para acomodarse el pelo- supongo que la orden de traer el marote del secretario de obras públicas es una metáfora, ya que si se tratara de un requerimiento literal, sería de cumplimiento imposible, usted sabe muy bien lo cabezón que es el arquitecto.

El comandante Fernandez se detuvo a metros de la puerta, envainó la bayoneta, dio media vuelta y se puso en posición de firmes esperando nuevas órdenes. ¿Realmente estaba dispuesto a pasar a deguello al negro? Nunca se sabrá. A todo esto, Dos Santos había abierto los ventanales y una brisa caliente ingresó al recinto haciendo volar los liensos que cubrían la humanidad de la Intendenta. Todos miraron hacia el suelo. Un inspector de tránsito que custodiaba la puerta contó después que el viento levantó con generosidad los volados y que, sin querer, pudo advertir borrosos manchones colorados y negros que suponía era las siluetas de la ropa interior de la primera dama.

- ¡Adonde mierda vamos a ir a parar! -gritó la nueva reina del trigo y la calandria.

- A propósito, señora -dijo Gómez tratando de aplacar los ánimos- tenemos un pedido urgente del barrio Oeste para que extendamos la red de cloacas...

- ¡Usted Gómez es boludo o se hace! ¡Yo pregunto adonde mierda vamos a parar y usted me sale con las cloacas! ¿Me está tomando el pelo o qué...?

- No señora - dijo Gómez y puso rodilla en tierra bajando la cabeza en señal de respeto. El comandante Fernandes desenvainó la bayoneta.

La gran señora sacudió el batón de abajo hacia arriba como para darse aire. El gabinete volvió a mirar el piso. "Hace calor" -dijo Ana María mientras caminaba por el salón sin dejar de airear su anatomía- "Tráiganmé un ventilador, de lo contrario no puedo seguir".

El inspector se hizo de un pequeño ventilador que le expropió a la secretaria y lo instaló prolijamente debajo del escritorio de la señora. El electrodoméstico quedó orientado apuntando "hacia arriba" con la intención de que el aire producido refresque a la Intendenta desde los miembros inferiores hasta la cúspide pasando por la zona media.

- ¡Ahora si, gracias señores! -exclamó satisfecha la primera dama cuando el empleado enchufó el aparato.

Gómez, que se encontraba todavía en posición "rodilla en tierra" y era el que tenía la visión más completa porque se encontraba de frente al espectáculo provocado por el ventilador, semlevantó como un resorte. No quería ver lo que veía. Fernandez, apenas los vestidos de su jefa volaron, soltó la bayoneta y cerró los ojos. Anza se tapó el rostro con el decreto que anulaba otro decreto que vetaba la ordenanza con el plan de accesibilidad vial.

Es necesario aclarar que en ese preciso instante ingresó al salón, demorado por un adoquín de mala calidad, el señor Secretario de Obras Públicas, arquitecto Oreste Blangini. El hombre llegaba con la noticia de que por fin había concluído con el cierre de la esquina de Belgrano y Castellanos y que se disponía a iniciar la próxima etapa de las obras. Cuando entró, la escena mostraba a su jefa con el rostro cubierto por su propio vestido. A la manera de Marily Monroe, con las gasas flotando en el aire, la alcaldesa dirigía la reunión de gabinete mientras sus colaboradores, con la vista al suelo, guardaban un profundo silencio. 

"Esa fue la primera vez que lo vi llorar a Blangini". Contó después el inspector que custodiaba la puerta.