El gran Concejal Martín había concurrido a una reunión a Buenos Aires y en un momento libre no encontró mejor cosa que mandarse a recorrer un hipermercado en compañïa de una de sus colegas del sexo opuesto, que, por supuesto, enloqueció y se perdió entre la multitud que compraba afiebradamente. Viendo que llegaba la hora de volver a las reuniones, Martincito, comenzó a mirar para todos lados y ha moverse muy de prisa en el interior del hipermercado con la intención manifiesta de encontrar a la edil perdida que para colmo no era santo de su devoción pero, se dijo, nobleza obliga y se dispuso a buscarla. En plena tarea de búsqueda no va que tropieza con un Concejal rosarino que estaba en el mismo asunto y al reconocerlo le preguntó desesperado.
- Perdoneme Usted; es que busco a una de mis colegas... -dijo Martín-.
- ¡Qué coincidencia, yo también!. Estoy ya desesperado -retrucó el de Rosario-.
- Bueno tal vez le pueda ayudar. ¿Cómo es su compañera?.
- Es alta, de pelo castaño claro, piernas bien torneadas, pechos
firmes, un culo precioso, en fin, muy bonita. ¿Y la suya?.
- ¡Olvídese de la mía, vamos a buscar la suya!. -dijo nuestro Martín dando un salto mientras miraba para todos lados con los ojos fuera de las órbitas.

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