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Sociedad

Año: 1

Número: 4

Cuestion de suerte

Cuando recuerdo mi infancia no son muchas las imágenes que vienen a mi mente pero innumerables sensaciones de felicidad invaden esos recuerdos. A veces quisiera recordar más y acordarme de cosas precisas, como cuando con mis hermanos remontábamos barriletes en los campitos de la cuadra, o cuando
jugábamos en las calles de barro los días de lluvia, o las odiseas por cazar cardenales con las tramperas o las competencias  con los vecinos por pescar renacuajos, en fin, éstas y otras mil cosas más que me cuentan que pasaron y que el tiempo ha alejado poco a poco. Sin embargo, considero que todos estos gratos momentos de mi vida Esperanza,
aquellos que recuerdo y tantos otros que no, son vivencias  que fueron construyendo lo  que hoy soy. Pero así como creo esto, soy conciente de que en aquel momento no dependía nada de mi, ni siquiera mi propia felicidad y entonces, me angustia pensar que, sin buscar culpables ni héroes, mi vida pudo haber sido muy distinta y en este entonces probablemente sin retorno. Entonces
me pregunto: a qué debo atribuir mi suerte o a quién culpar cuando te veo ahí paradito con tu escurridor esperando algún sucio parabrisa que limpiar ansiando que su conductor  sea generoso, cuidando que tu hermanito no cruce la calle y que nadie se avive cuando te dan algo rico de comer; y me pregunto cuáles serán
tus recuerdos, los buenos y felices; o si sabrás que lo que haces no es un juego, que se puede ser niño de otro modo. Y más me duele pensar que tal vez te das cuenta, cuando vez a otros enanos como vos con las mejillas blanquitas y no quebradizas como las tuyas, sus manos siempre limpias, su pelo brillante, y sus ojos... sus ojos tan distintos a los tuyos, ¿será porque transparentan esos recuerdos que no tienen los tuyos?.  Rosario me ha enseñado a ver muchas cosas que en Esperanza ni siquiera hubiese imaginado, algunas increíblemente deslumbrantes y otras terriblemente
angustiantes como lo es encontrarte en cada esquina y no saber qué hacer, cómo ayudarte y lo peor de todo, darme cuenta que no sos sólo vos sino cientos y cientos que veo por las noches buscando botellas, cartones, cajas, verduras, trapos, y todo cuanto otros descartan o tiran sin pensar que con tan poco comes
y vivís; y te veo lustrando zapatos en la estación, vendiendo golosinas en la calles, a cargo de tu casa limpiando y cocinando... y no escucho tus quejas, ni tus cacerolas, ni tu enojo, pero veo tus lágrimas, tu cansancio, tus piecitos descalzos, los trapitos que cubren tu cuerpo, tus manitos sucias, tu destino...tan distinto al mío.
Y al verte pienso en todos aquellos que no puedo ver, porque no están frente a mis ojos y no son pocos, son más de 250 millones de niños que apenas llegan a los 14 años de edad y son explotados de ésta y de miles de otras formas aún peores como la prostitución y la pornografía. Y no es tu culpa, ni siquiera la mía, sino consecuencia de la pobreza, la desocupación, la falta de calidad en la
educación, el desconocimiento de las leyes y normas, la marginación, entre otros miles de factores. Pero tu carita no entiende de estas cosas, sólo vives día tras día cumpliendo y haciendo lo que otros te exigen. Pero no sabes que lo que te ocurre hoy, tiene consecuencias inmediatas sobre lo que serás mañana  sumergido en una pobreza estructural con pocas posibilidades de revertir tu
situación y con riegos de recurrir a caminos de mayor peligro como la violencia y la drogadicción. Y aunque la erradicación de este problema no depende de mi ni de ti sino de una política integral que asegure la educación básica como derecho universal y único medio eficaz para luchar contra el trabajo infantil y la exclusión social, no puedo dejar de verte cada día cada vez que te acercas a mi con mil caras diferentes, en cada esquina, en cada lugar. Y tampoco se si esto que escribo tenga sentido, si en algo te pueda ayudar contándoles a todos lo difícil que es el día para vos, pero si algo valoro de haber nacido en Esperanza es no poder serte indiferente y si de algo te sirve tengo esperanza para tu futuro y ansío que mis palabras sean escuchadas por aquellos que tienen en sus manos mi optimismo. Uno de cada 5 niños trabaja en América Latina y si estás leyendo esto,  entonces no sos uno de ellos y tuviste tanta suerte como yo de poder construir desde los recuerdos de una infancia feliz, tu historia y tu prospero futuro, entonces cuando camines por la vida, observa con cuidado y no seas insensible con aquel
que no tuvo tu suerte; ayúdale a sonreír aunque sea una vez, enséñale con tu ejemplo,  escucha lo que te pide, guíalo con algún pequeño consejo, no incentives su desprecio hacia lo que tu tienes que el carece y estarás contribuyendo con lo que también hace a la esencia de un niño, la confianza en los demás y la transparencia que muchos se obstinan por empañar.
Por Maria Sol Ferrero