Era una mujer de cierto y considerable respaldo económico que quería ser alcaldesa; en realidad, anhelaba ser reina, pero en su país no había monarquía, por lo que hubieron de explicárselo con santa paciencia.
Comenzó practicando las artes de la conducción de masas en un club de barrio, con una tenacidad asombrosa, donde algunos súbditos aplaudían hasta sus más torpes errores o sus más caprichosas ocurrencias. Los que así no lo hicieron, debieron llamarse a retirada, mascullando bronca, pero orgullosos de no haber arriado sus banderas de la libre opinión.
Sus pasos posteriores la llevaron a ocupar un puesto legislativo en su pueblo, con lo que aquello de ¡qué país generoso! cobró más vigencia que nunca.
Para llegar a esta instancia contó con el respaldo de unos muchachos herederos del legado de los descamisados, a los que después tiraría en la letrina del más aberrante olvido.
No aprendió nada de asuntos legislativos, aunque poco le importó, porque la cuestión no era saber, sino poder. Y los problemas de su pueblo pasaron a ser para ella tan importantes como la influencia del choripán en la teoría de la relatividad.
Hasta que un día, después de alguno que otro intento fallido, logró conformar un dream team con algunos soldados mercenarios que venían huyendo de un país del sur; uno que se quedó sin trabajo cuando el gran califa provincial perdió hasta la peluncha, y demás acólitos, como por ejemplo algunos indios renegados que, de mañeros, desagradecidos y jodidos nomás, se refugiaban en una carpa negra, a la que algunos hoy tremenda, absoluta y rotundamente arrepentidos, les acercaban caramelos y otros presentes.
Y la señora pudo al fin ser alcaldesa. Para ella se cumplió un sueño, para la gran mayoría comenzaba una pesadilla ante la expectativa de mucha gente y la sabia sonrisa de los entendidos que pensaban "es cuestión de tiempo"
Cuando tuvo que dialogar con el pueblo para saber hacia donde dirigir sus acciones, la alcaldesa no estuvo.
Cuando tuvo que honrar su promesa de dignificar a los trabajadores de su alcaldía, conforme su promesa, ante las persecuciones políticas de sus personeros, tampoco estuvo.
Cuando debió frenar el avance de uno de sus laderos, que ante sus ojos tejía y destejía madejas de intringulis chingulis, brilló por su ausencia.
Y así faltó a la cita ante la inoperancia de algunos de sus secretarios, asesores, familiares y chupamedias. No estuvo a la hora de cuidar las arcas públicas y continuó nombrando y nombrando asesores laderos.
En esta lista de nunca acabar, porque hasta faltó a sus promesas de campaña, la última ausencia, a la asunción de los nuevos concejales, fue tan notoria como ofensiva a los ojos de los esperancinos, aunque con el atenuante de una duda: ¿se olvidó o no se animó a ir?. Eso, después de su parodia de llamar a cabildo abierto a quienes antes no les daba ni cinco y por los que ahora clama con dramatismo tipo Andrea del Boca, porque su barco naufraga sin remedio
"Es cuestión de tiempo", siguen pensando los entendidos. "Si no se va ahora, es porque todavía no sabe donde está la puerta del palacio", comentan otros viejos zorros de estas lides políticas.
Hasta que uno, tal vez el más avispado de todos, pidió en voz alta: "díganle, por favor que en Esperanza no hay helipuerto, a ver si en el afán de tomárselas como el suegro de Shakira, no sólo nos deja una ciudad sucia y abandonada sino también los techos del palacio totalmente destrozados"
Un viejo bosteza, apura un trago de granadina sentado al borde de la pileta de la plaza y reflexiona: "a esta película ya la ví, es cuestión de tiempo"
Se llama "¿Dónde está la alcaldesa? 2 y ½"