AÑO 18

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Año: 12

Número: 564

EL ARBOL DE LA PLAZA (NO ES LA PLAZA RENACER PERO...)

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EL ARBOL DEL AMOR.

Los motivos del enamoramiento suelen ser misteriosos. A veces, un poco de imaginación alcanza para desatar la pasión.

El asunto "Renacer" no es el único hecho curioso que ocurrió en las plazas de la ciudad.  Un farmaceutico que tenía su botica en los alrededores de la plaza San Martín llevaba a las señoras a un sector del paseo donde, según parece, se encontraba lo que el tipo llamaba "el árbol del amor".
- Bueno, don Colo, eso es mucho más interesante que la medianera de la placita.
- A la sombra del "árbol de amor", las damas se enamoraban perdidamente del farmacéutico. -dijo el Colo, habiendo capturado el interés de los cuatro parroquianos que disfrutaban del vermú en la confitería Royal.
- Hay tipos que tienen suerte. -dijo un gordo que hacía tiempo que no se afeitaba.
- Y eso que el tipo no era un galán, más bien un sujeto diminuto y bastante fulero, sin embargo las clientas, ni bien llegaban a la sombra del vegetal, se rendían y le brindaban su cariño.
- No será que el individuo, dada su condición de boticario, les proporcionaba algún gualicho a las mujeres -preguntó un levantador de quiniela flaco y ojeroso.
-Eso se dijo, dado que las fogosas amantes del farmacéutico, al poco tiempo no le daban ni la hora. Aunque el tipo insistía en adjudicarle el efecto al árbol en cuestión.
- Está bien, pero, con todo respeto, don Colo, ¿eso, que tiene que ver con el asunto de la placita "Renacer"?
- El Secretario de Obras Públicas quería sacar el árbol por las quejas crecientes de las mujeres, entonces intervino el Concejo y una concejala del PDP se ofreció para citarse con el Farmacéutico en el lugar de los hechos. 
- ¿Bajo el árbol? No me diga que la concejala se enamoró del boticario.
- Ese día se juntaron muchos curiosos que decían que el experimento iba a fracasar porque la edil era una solterona que hacía mucho tiempo andaba buscando novio. Cuando el farmacéutico se arrimó, la mujer, empezó a coquetearle sin asco y se le tiró encima. El Intendente tuvo que suspender el simulacro.
- ¿Y entonces, don Colo?
- Y entonces, nada, quedó la duda. El Concejo hizo sacar el árbol. 
- Buena decisión hay muchos avivados por esta zona. -dijo el gordo.
- Y avivadas también. -dijo el bolichero.
 
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Baruch Spinoza (1632-1677)
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