Las cosas que suceden en los boliches donde se presentan espectáculos, sucesos que este fin de año 2004 se llevaron ni mas ni menos que la vida de muchos jóvenes y niños, ha provocado la pausa en la locura y el vértigo no solo a Buenos Aires (por la magnitud de sus consecuencias) sino a todo el país.

Nuestros jóvenes se encuentran también ante el peligro generalizado de la falta de seguridad que trae la ¨vista gorda¨de funcionarios que habilitan lugares que tienen puertas cerradas y techos inflamables. Una chispa origina la catástrofe y los daños, como en este caso, son irreparables.

Nos preguntamos que hubiese pasado si tal accidente ocurría en nuestra comarca, cosa no tan descabellada ya que boliches con más de 2000 asistentes es moneda corriente, qué consecuencias políticas acarrearía en nuestra zona un suceso con tantos jóvenes muertos. Lo menos, la renuncia de todos los funcionarios, del Intendente para abajo. Preguntamos ¿Qué espera el señorito Ibarra para seguir el ejemplo de su secretario de seguridad y renunciar? ¿Cuántos muertos fijan la medida para la renuncia de estos funcionarios que habilitan y miran para otro lado? ¿Mil, dos mil, cinco mil? ¿O tal vez no renuncia porque Buenos Aires tiene más de 10 millones de habitantes?

En fin, nosotros sabemos que los muertos no se cuentan porque vale tanto uno como mil. Si de algo nos sirve esta tragedia que enluta a tantas familias argentinas eso es el hecho de entender que la seguridad no es solo controlar la venta de alcohol, sino ser estrictos con la exigencias de las normas para habilitar estos tugurios que se convierten en trampas mortales.