Aparte de las peripecias por las que todo partido que se juega fuera de casa tiene, después de perder tanto, tanto, ya no se sabe si aplicarle al glorioso Alma Juniors los paños fríos de la disculpa lógica. ¨Qué jugó en Santiago¨. ¨Que la hinchada era brava¨. ¨Que iban a hacer cualquier cosa para no perder¨. ¨¡Que terminaron haciendo cualquier cosa para no perder!¨. ¨Que presionaron¨. ¨¡Que cuando Alma iba ganando le apagaron la luz!¨. En fin, lo que quiero decir es que si, por ejemplo, el equipo esperancino hubiese andado un poco mejor, estos motivos todos atendibles alcanzarían y sobrarían para disculparle esta nueva derrota. Pero... me parece que ni un psicólogo arregla la autoestima del quinteto en cuestión. ¿Por qué se dejó pasar tanto tiempo?

Alma Juniors seguramente tendrá que ganar algún partido por lo menos en su cancha para resucitar el amor propio de sus jugadores. Después de perder y perder uno entra a la cancha perdiendo. Ahora es demasiado tarde para llantos y lamentos de por qué hicimos esto y no lo otro. Ahora hay que ganar. No queda otra. Aunque la hinchada lo banque igual, según dicen.