No importa el nombre del apuñalado, no importa la escuela que (casualmente) lleva el nombre de don Domingo Faustino, no importa que era una pelea entre dos alumnos de ese mismo establecimiento que se erige en la calle Sarmiento, no importa, no importa, total...

Después salen los figurones a escandalizarse por lo que pasa en Carmen de Patagones, en Rosario o en la Cochinchina, pero cuando pasa acá nomás se hacen los avestruces y meten el cogote con cabeza y todo adentro de la cueva. Si pasa, pasa, dicen...
-¿Y los otros?
-¿Cuales otros?
-Los otros, los revolucionarios de siempre, los que se cortan el elástico de los calzoncillos cuando una parejita se besa en la plaza o cuando la poli le pellizca el brazo al hijo... esos, decime, varón... ¿donde están?

No importa donde están, ni me importa si dan por aludidos o no, porque no importa si se hacen los osos cuando un anunciante se convierte en asesino serial y lo eximen de escrache, lo que importa es que sigan caminando por la calle con la cara tan dura como siempre.

Ahora resulta que un alumno de escuela de la calle Sarmiento, la más grande, la inmaculada, la que saca alumnos ¨normales¨ ha mostrado la hilacha y sus portales casi achuran a uno de sus alumnos. ¿Que quién casi achura a un alumno? ¡OTRO ALUMNO!
Director normal... ¡Teléfono!