-Catenita... por favor una palabrita.
Carlitos Catena se estremeció, el Concejal Justicialista Martín Carrizo se le venía al humo y no pudo evitar pensar cualquier barbaridad. ¨¿Qué querrá, qué hice?¨, pensó mientras se recomponía y ponía su mejor sonrisa.
-Si, Concejal, ¿que le duele?
-No se haga el rana, Catena y atienda, che.
-Atiendo -dijo Carlitos mirando por la ventana-
-¡Oiga! ¡No me tome el pelo! ¡Mire acá que esto es importante!
-Dele...
-Carlos... -Dijo Carrizo bajando la voz- ¿Puedo confiarle un secreto?
-¿Un secreto? -se interesó el otro- ¿Cual secreto?
-Prométame que no se lo dirá a nadie...
-Seré una tumba -aseguró Catena con cara de velorio-
-Carlitos, me están haciendo falta mil pesos. -secreteó Carrizo en voz baja, cerca de la oreja de Catena y abriendo los ojos como el dos de oro-
-¿Ese era el secreto?
-Si Catenita, ese es el secreto... -dijo el peronista mirando fijo al radical y esperando respuesta-
-¿Mil pesos? .... Confíe en mí, -retrucó Carlos-  haga de cuenta que no me dijo nada.
Pegó media vuelta y se fue.