Si hay algo que parece molestar en grado sumo a algunos empresarios es justamente el aumento de los impuestos municipales, y no tanto a los que recibieron un toque prudente en sus obligaciones como aquellos que tienen que ponerle el pecho a una especie de puñalada histórica en materia de aportes al fisco ciudadano.

Pasa que algunas financieras pasaron de pagar 75 pesitos a equiparar su óbolo al de los bancos estatales, o sea, algo parecido a 2000 pesos en concepto de derecho de registro e inspección. Abogados que patalean zamarreando la Constitución y las leyes provinciales dicen que no se quedarán quietos hasta que se haga justicia.

La verdad de la milanesa es que el precio que se exige tiene pinta de asunto más político que otra cosa. Las casas que prestan cien y recuperan quinientos estaban apareciendo como moscas en la ciudad y con ellas los sueldos embargados de los incautos que solicitaban los misteriosos créditos devenidos impagables al poco rato. ¿En qué terminará todo esto? Bueno, CICAE de por medio, que tiene obligación de cobijar las causas (justas o no) de sus asociados, la cosa viene mezclada (y disimulada) con otros impuestos que no aumentaron tanto. Por supuesto que el problema principal son los prestamistas que están cortinados por lo que se supone es un abuso generalizado del estado municipal. No parece ser así, la prueba es que los únicos que ponen el grito en el cielo son los vendedores de plata.