AÑO 18

NUMERO 61629

Opinión

Año: 1

Número: 5

Storni y ahora Grassi. No ganamos para sustos ( II ).

Pero antes de erigirnos en campeones morales creo que habría que separar la moral verdadera de la moral trucha. Que en estos pagos se practica bastante. Y hasta por televisión si miran una sesión del Concejo se van a dar cuenta.
La moral de algunos que señalan como fiscales, pero no como fiscales que buscan justicia, sino como fiscales inquisidores no pertenece ni por asomo a lo que se entiende por moral verdadera.
Esa moral es fácil, superficial, presuntuosa, puritana y palabrera.
La moral verdadera es difícil, profunda, humilde, cauta, callada y alegre.
La moral falsa está siempre pronta de hacer portar bien a los demás, a jugarlos y a reprocharlos. La verdadera moral tiene la vista en sí misma. La moral trucha propone mucho, promete mucho... La moral verdadera va poco a poco y siempre termina por buscar apoyo para superar las fallas humanas.
La moral trucha es solo una ilusión, una falsificación de la moral.
-Esto está todo podrido -dicen- aquí hay que cambiarlo todo.
-¿Y con qué si está todo podrido?
-Con hombres que se creen sanos.
-Ufa, los hombres que se creen sanos no son sanos...
-Entonces... con qué cambiamos esto... ¿Con hombres que se creen podridos?
Tampoco. Mejor con hombres que sienten en cuerpo y alma a esta tierra y a sus habitantes. Un poco de patriotismo (un poquito), inteligencia al servicio del prójimo y ganas de hacer las cosas bien. No es poco, pero sin esos ingredientes mínimos, mejor sigamos bailando la cumbia que por ahora parece ser lo único que hacemos bien.
 
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James Russell Lowell (1819-1891)
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