“Tendríamos que inaugurar algo Mauricio”, eso dijo la alcaldesa mirando fijo a su secretario de la Producción. El funcionario resolló con fastidio y encaró para los ventanales del palacio, se apoyó en los barandales y miró con desgano hacia la gran plaza de los esperancinos.  Después giró, se levantó un poco la camisa y rascándose la barriga peluda dijo:

-“Tengo hambre”.
-“Chocolate por la noticia, yo también tengo hambre –dijo la señora-. Siempre tengo hambre ¿a usted no le pasa?
- ¿Qué cosa? –preguntó el otro hurgándose el ombligo.
- Qué siempre tiene hambre.
- Hoy tengo hambre. ¿Qué podríamos pedir?
- Nada, si queremos algo, tendríamos que buscarlo nosotros.
-¿Por qué nosotros? ¿y los empleados?
- Los empleados hace rato que no me dan cinco de pelota –dijo tristemente la señora.

El secretario dejó de rascarse la panza, hizo una pelotita con una pelusa, la arrojó en una maceta y, luego, aburrido, se desplomó en un sillón.

-Tendríamos que inaugurar algo… –insistió la primera dama- Piense en algo Mauricio.
- Es inútil, con hambre no puedo pensar. Necesitaría un especial de milanesa, necesitaría.

La señora tomó el teléfono y marcó un número, mientras esperaba se sacó un zapato y caminó unos pasos renqueando por el salón. “Hola, sí, de la Municipalidad –dijo- mándeme a ver, por favor, lo que tenga hecho ¿tiene algo hecho? ¡Qué salga rápido digo! ¡Es sordo usted che, algo para comer! (silencio) ¿Eh? ¡Cómo que no hay fiado para el Municipio! (A Mauricio en voz baja) “Que lo reparió no hay fiado para nosotros”. ¡Hola, la Intendenta habla, quién va a hablar, le digo que me mande urgente un par de milanesas y que lo anote para la Municipalidad! ¿Cómo que imposible? ¡Mire, no se haga el gil porque le mando los inspectores y se va a acordar de mí! (silencio la alcaldesa escucha) ¡Pero andá a cagar! (cuelga el teléfono)
 
-Parece que no hay fiado para el Municipio, sonamos. –dijo mufada la señora.
-Podríamos pagar al contado –dijo el secretario Mauricio mientras se rascaba la oreja.
- Yo no pago nada.-dijo la Intendenta.
- Yo menos –dijo Maricio.

El calor apretaba, la señora se hizo viento con un expediente de transporte urbano que descansaba sobre un fichero desde el año 2009. Una cucaracha salió disparada y desapareció entre los papeles de la tributaria. La señora de pronto abrió grande los ojos y se sopló el flequillo.

-¡Mauricio! ¡Ya sé lo que podemos inaugurar!
-Un parripollo podríamos inaugurar –dijo el otro comiéndose las uñas.
-¡Vamos a inaugurar las manos grandotas que hizo la Ernie Borla en la avenida Los Colonizadores!
-¿Pero, oiga doña, usted dice las manazas y el pie gigante? Me parece que ese monumento ya fue inaugurado
-¡No importa! ¡Lo inauguramos de nuevo! Lo presentaremos como un golazo para el turismo. Diremos que los turistas cuando lleguen a la ciudad se van a impresionar de tal manera que se van a quedar mudos, Mauricio, mudos, ya va a ver. Llevaremos la banda municipal y soltaremos algunos globos.
-Perdón señora, dígame:  ¿por qué le parece a usted que los visitantes al ver esas dos manos gigantes en la entrada Este de la ciudad se van a quedar sin habla?
- ¡Se cae de maduro Mauricio! ¡Los turistas al ver semejante despliegue anatómico dirán: “si estos tipos nos reciben de entrada con esas manos anormales, después con una pata descomunal, cuando lleguemos al centro andá a saber con qué nos van a salir…! 
- ¿Y con qué le vamos a salir señora?
-Usted déjeme a mí, primero inauguremos manos y pies, tenga fe Mauricio, ya va a ver que en el centro vamos a poner un aparato descomunal, no podemos desentonar, nos convertiremos en el polo XXX de la región, hasta de las Vegas van a venir a verlo, ya va a ver.
-¿Un aparato? ¿Un obelisco?
- Algo parecido, ya va a ver.

La señora se refregó las manos, prendió la computadora y empezó a buscar. Maurcio bostezó y se rascó la bragueta.