AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 13

Número: 605

¡LA NOVELA MUNICIPAL NO SE RINDE!
CAPITULO DE COLECCIÓN PARA MORIRSE DE MIEDO.
HOY: "Enseñando a reír al futuro Intendente"

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HOY: Enseñando a reír al futuro Intendente. (Si tenés la sonrisa difícil no te vota ni tu abuela)

¿Qué está haciendo la señora Venderiale en el despacho de la Intendenta? –preguntó Gucho Alvarez, responsable de los autos antiguos.
Parece que están acomodando el rostro del secretario Gómez para ver si lo hacen entrador con la gente –dijo un inspector morocho y gordo mientras probaba el pito.
Voy a subir –dijo Gucho y encaró la escalera.


Cuando el anticuario entró en la oficina del primer piso, vio que el señor Gómez se encontraba sentado en un sillón de peluquero con la cara embardunada y una redecilla en la cabeza. La estilista Venderiale le masajeaba el cogote y de tanto en tanto de estiraba la jeta con las manos humedecidas con vaselina.

¡Hacerlo reir a este coso es más difícil que recular en chancletas por el campo arado! –se quejaba la señora Venderiale.
¿Qué pasa señora –preguntó Gucho arrimándose a la Intendenta que estaba probando un frasco de pintura para las uñas de los pies.
¿Qué pasa con qué? ¡Retírese y no moleste, che! –respondió con finura y levantando la cabeza la señora.
¡Por Dios, qué le están haciendo al tenedor de libros! –gritó loco y con los ojos saltones Gucho.
El tenedor de libros quiere ser Intendente y para ser Intendente tiene que reírse, la cosmetóloga Venderiale se ofreció para realizar un procedimiento para hacerlo reír.
¿Y para eso le hizo la máscara de crema y le puso la redecilla en el marote? –preguntó espantado Gucho.
Y eso no es nada –dijo la cosmetóloga- espere a que le pinte los labios y lo tiña de colorado.
¿Hace falta tanto? –preguntó la señora alcaldesa.
Y, para ser Intendente hay que sacrificarse –dijo la señora Venderiale.
¿Qué otro sacrificio me falta hacer? –preguntó con una débil vocecita el futuro candidato.
Si usted no colabora y se empieza a reír por su cuenta, lamentablemente, le vamos a tener que provocar la risa y para eso voy a tener que llamar a mi ayudante el señor Toledo. Usted tiene que entender que si no le resulta potable al electorado nunca va a ser Intendente. Si usted fracasa, señor Gómez, todos nosotros, hasta yo como cosmetóloga diplomada con contrato vigente en el municipio, nos quedamos prácticamente en bolas. ¿Entiende la gravedad del asunto?
¿Y Toledo, qué puede hacer, en caso de que no funcione el tratamiento? –quiso saber Gómez mientras la cosmetóloga le sacaba la redecilla.
¿Toledo? Toledo lo va a hacer reír, Gómez, quédese tranquilo. Ahora, sea bueno y regáleme su mejor sonrisa –dijo la señora Venderiale.


Gómez se corrió un poco la crema de la comisura de los labios y estiró la jeta en una mueca sufriente. La señora alcaldesa, el responsable de los autos antiguos y la esteticista lo miraron durante unos segundos imaginando tal vez, su rostro, en un afiche de campaña. Fue entonces que la señora Venderiale se puso histérica y gritó “Toledo”. Acto seguido la puerta se abrió para que irrumpa en el recinto el ayudante de la cosmetóloga, un morochazo de piel brillosa, musculosa y un tatuaje que decía “I love Meiners”. El humanoide encaró hacia el candidato a Intendente rugiendo entre dientes algo ininteligible que sonaba como “yo te voy a hacer reír mierda” o algo parecido.

En cuanto a lo que sucedió después pertenece a los archivos secretos del Municipio. Tal vez el historiador contratado Iñiguez lo pueda contar en el futuro. Aunque, tal cual el estilo del gabinete en ejercicio, no se puede asegurar nada.
 
 
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