La "Cresta Roja" vivía de todos nosotros. Los miles de trabajadores de la Cresta Roja ignoraban que cobraban de subsidios del gobierno revolucionario Kirchnerista. Ni siquiera eso alcanzó, la faenadora de pollos se fundió igual. Los dueños se fueron a Brasil y arreglate Catalina. Los Kirchner y la izquierda pelotuda aprovecharon la situación para activar su ridícula fórmula, proletarios contra dictadura. Metieron infiltrados entre los polleros inocentes y llegaron con cadenas, piedras y todo tipo de proyectiles a querer atropellar a la gendarmería. Porque el gobierno los corrió de la autopista Richieri para dejar pasar al resto de los argentinos que querían seguir con su vida y ejercitar su derecho a la libre circulación. La izquierda ilustrada creyó que todo era igual que antes, una pueblada y el gobierno que mandaba aflojar. Jodieron con piedras, palos y gomeras, pero los gendarmes, entrenados para el combate en la frontera no recularon. Tuvieron paciencia, es cierto, aguantaron lo indecible, pero en un momento, cuando los que venían a "guapear" frente a las cámaras se excedieron, entonces los sacaron como rata por tirante. Algunos guapos salieron con la espalda hecha un colador por las balas de goma (seguro lo agarraron huyendo por eso los impactos los tenía cerca del culo). Todo como una miniserie televisiva. Que terminó bien para el gobierno nacional. La izquierda fue a la plaza de Mayo, golpista y sentimental, pero se frustró porque los trabajadores arreglaron y se retiraron de sus puestos de combate. Una novela de terror que terminó bien.