La presión tributaria que padece el pueblo argentino es la más alta de latinoamérica. Y eso no sería nada si sucediera como en países donde los servicios son de excelencia, como en Canadá o Noruega, pero acá, además de una presión que roza el saqueo, llegando ya a un escandaloso 45%, lo que se devuelve a la gente es propio de países miserables y penosos. 

Esperanza no es la excepción, al contrario, se puede tomar como un ejemplo de la absoluta desvergüenza de los funcionarios municipales (incluído hasta ahora el Concejo) que otorgan a una Intendenta sin respuesta en obras, todo lo que le pide. Ya le dieron una cuota más de patente, ahora un porcentaje de obras menores para que despilfarre en desmedro de obras de la ciudad y ahora (para colmo con cara de circunstancia) el concejal Elena quiere un aumento descarnado de impuestos municipales. Llama la atención la pasividad extrema del bloque opositor que, de espaldas al contribuyente, observa sin inmutarse como intentan robarle el control de los ajustes de tasas por servicios en la ciudad. Elena (asesorado por el insaciable Gómez) pretende ajustes automáticos que vayan al ritmo de los tiempos inflacionarios que vivimos, sin tener en cuenta la locura de impuestos provinciales y nacionales, como inmobiliario, patentes, ni que hablar de los impuestos directos al consumo como el IVA y otros que sufren los vecinos. Sin ponerse colorado, sin pensar un instante en sus representados, el concejal médico, entorna los ojos, afila las uñas y se presta a una nuevo traslado de recursos de los ciudadanos que lo votaron (y que supongo lo pensarán dos veces la próxima vez) hacia una Intendenta que lo único que hace es armar arbolitos de Navidad.