AÑO 18

NUMERO 61629

Opinión

Año: 12

Número: 576

¿HASTA CUANDO VAMOS A COCINAR CON GRASA?

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La señora pretende combinar la fresca hondura con la conmovedora amenidad, en un lenguaje simplista que facilita la comunicación. Es la expresión viva del pasado, la abuelita que trasluce viejos episodios escogidos de la memoria. Ella misma es un “relato” variado, que abarca distintas épocas. Ella quiere aparecer como la buena chica querible que aún extraña a su madre o a su padre, quienes la habrán llevado a su primera concentración peronista. No se sabe quien le aconseja presentarse como un ser sensible y vulnerable que quiere (que se yo) a los niños y a los perros y extraña a su benefactor marido. Pero eso es lo que hace frecuentemente en público. Lo extraño es que con el tiempo insista con el personaje y lo haya perfeccionado, su voz, sus gestos, su mirada recuerdan más a la abuelita de caperucita roja que a una estadista gritona y con brazo firme (que pretenden instalar sus adversarios).

Sin ánimo de criticar no se puede afirmar si "eso" nos conviene como ciudad. La duda entre si la Intendenta “Quiere y Puede” o "quiere y no puede", emperrada en su ambición de postularse por tercera vez a la Intendencia, es un hecho que inquieta a los que están seguros que se necesita mucho más profesionalismo para decidir en una comarca como la nuestra que transita el limbo de no ser ni pueblo ni ciudad.

El detalle revelador, que nos hace la mosca blanca, es que la alcaldesa no tiene contemporáneos a la vista en los sillones municipales, no hay sexagenarios entre los que pugnan por calzarse también la banda, todos abandonaron la carrera o se fueron con sus caprichos a dormir a las legislaturas provinciales o nacionales. Y si por casualida los hay, son protagonistas involuntarios, en pueblos con la décima parte de habitantes que Esperanza, que llegan casi por obligación y porque, bueno, "no hay otro".

Ha sido nuestro Municipio, un ejemplo inmejorable de los que siempre carecen de ideas propias. Secretarios claves como el de hacienda que aún está verde para la política. El morocho de gobierno, canchero, enunciador de frecuentes lugares comunes, que te hace sentir incómodo porque nunca te mira de frente y sobrevolando el cementerio el Senador que (seguro) tiene un buey corneta que le avisa cuando hay algo que merece una foto. Todo ese cóctel armado al azar (pero es lo que hay) ya camina solo, empujado por su parsimoniosa rutina, incluso a pesar de los protagonistas. 

En cuanto a la señora Meiners, después de todo, es una suerte que mantenga un saludable sentido del humor. Y un aparato digestivo lo suficientemente desarrollado como para no tomar demasiado en serio sus presentaciones. El hecho de que se exponga cocinando frente a las cámaras nos hace dudar de quienes afirman que la alcaldesa tiene un espíritu infinitamente rencoroso y vengativo.

Párrafo aparte para nuestro empeño (porque es propiedad común) en imitar los formatos porteños. Que los candidatos vayan a cocinar, a bailar o a contar chistes por el solo hecho de estar en campaña, es un invento singularmente berreta de los "creativos" de la capital. Bueno sería que le abramos la cancha a ideas más simples pero propias. Si los posibles "conductores" se someten a la legitimación porteña para actos tan simples como presentarse ante sus conciudadanos, entonces que nos queda a los sufridos habitantes del llano. Lo únco que paga, si es que eso buscan los postulantes a los cargos públicos, es la autenticidad. Todos tendrían que trabajar por conseguir ser auténticos. De nada sirve presentarse como autor de un exclusivo pollo al vino, si en realidad uno no sabe ni hacer un huevo frito. Peor todavía aparecer con toda la caracterización de una nueva Chichita de Erquiaga o Maru Botana, cuando lo único que hizo es abrir la trompa para chupar y comer lo que otros cocinaban. No es tan fácil ser auténtico, hasta a los más experimentados actores les cuesta un Perú, pero se podría intentar, aunque sea para que deje de sonar hueco eso de "sincerar la política".
 
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