Desde la fundación, la ciudad tuvo problemas con el agua.  Según el "Colo", los indios que habitaron la zona se encomendaban a los dioses.  Leer es saber.

"No es la primera vez que entra agua en el boliche", dijo uno los parroquianos mientras sacudía el paraguas en la puerta.
- Es cierto -dijo el Colo-, fíjese como será de viejo el asunto que no hace mucho unos vecinos del Sur se habían juntado en una organización llamada "Unidos por el Agua".
- Sabía que el vino era prenda de unidad, pero el agua... - dijo un colorado con la pelada reluciente.
- Y eso no es nada -insistió el Colo- si usted se toma el trabajo de seguir a los historiadores de la colonia, verá que los que se asentaron en el Sur siempre tuvieron problemas con el agua, a tal punto que se decía que el hecho de que se inundaran de tanto en tanto era un castigo del cielo porque se bañaban solo dos veces en la vida.
- No sabía que eran ariscos para el baño, dos veces en la vida, es bastante poco. -dijo el bolichero mientras destapaba una botella de Cubana Sello verde.
- Y no por propia voluntad, ya que se bañaban al nacer y al morir y en las dos ocasiones debían intervenir necesariamente terceros.
- La historia de esta ciudad es una caja de sorpresas -dijo un gordo con medio sánguche de milanesa en el cachete.
- En el Norte de la ciudad, antes de la llegada de los colonos, había unos indios de piel oscura que, según se dice, eran muy belicosos, tenían las chozas asentadas en barro y paja y cuando llegaba la inundación quedaban a la intemperie porque las casas se derretían como un helado -dijo el Colo que ahora trataba de pinchar una aceituna con un palillo.
- ¿Esos también eran superticiosos don Colo, tampoco se bañaban?
- No se sabe nada, lo que sí apunta el historiador Iñíguez es que eran conducidos por un brujo que imponía las manos sobre los enfermos. El brujo se hacía llamar el "perro colorado" y, cuando llegaba el agua,  se ponía al frente del comité de crisis. 
- ¡No me diga que era de esos que hacen aparecer conejos, detienen la lluvia y que paran las inundaciónes! -gritó el gordo del sánguche desde la mesa del rincón.
- De eso no estoy seguro pero, según cuenta el colono Lottesberger, en un verano del 1800, cuando los naturales del lugar le fueron a reclamar porque tenían más de medio metro de agua en sus chozas produjo un hecho casi mágico.
- ¿Qué hizo, le ordenó al agua que se retire...? -preguntó el pelirrojo de la pelada brillante.
- No -dijo el Colo-, parece que hizo salir fuego de la bragueta.
- ¿Epa, y no se le apagó con la lluvia?
- Hacía falta mucha más agua para apagar tanto fuego-dijo el Colo, acomodándose el cinto.