Gritos, risas, historias tontas personales, chistes grabados, música ruidosa, carcajadas, en fin, "la porteñada" mal entendida. Los tipos que victimizan a los oyentes a diario no se han puesto a pensar que para participar de cualquier medio de difusión se necesita un mínimo de creatividad y talento. Raro en una ciudad que demostró en "la noche de los museos" que cuenta con un potencial interesante de posibles artistas, artesanos o, al menos, ciudadanos con notable voluntad y buen gusto. 

Puede ser que la mixtura entre comerciantes y artistas que es necesaria para dar sentido a la radio hoy tiene más porcentaje de comercio que de arte. Puede ser también que el reemplazo de una generación por otra en lugar de sumar, resta. Tal vez, los fulanos y fulanas que gritan sus dolores de culo todos los días con el berretín de ser escuchados, están reservando su imaginación y culto de la estética para cuando su real valía sea compensada con justicia. 

Todo puede ser. Lo triste, lo que rebela, lo que resulta insufrible, es que estos "cosos", casi todos troncos, sin talento y sin voluntad para prepararse un cachito aunque sea, se dirijan todas las mañanas a la pobre gente impedida de optar porque todos los programas son malos, con un aire de superioridad y arrogancia propias de los peores ejemplares que habitan el planeta. Los que no saben y creen que saben.