-¿A qué me dijiste que te dedicabas vos, cabezón? -preguntó el Colo mientras aplastaba una mosca con un ejemplar de "Al Márgen", hecho un tubo...
- Yo soy techista, don Colo. -El cabezón Ramos llegaba siempre al boliche con ropa de trabajo y era lo más parecido a un albañil que andaba por el barrio.
- Casualmente yo conocí a uno de esa profesión, cuyo nombre no viene al caso, que encontró el amor reparando un techo. 
-No me diga don Colo... -dijo el otro abriendo los ojos como el dos de oro.
- Iba tapando un agujero acá, otro allá, hasta que se le presentó una claraboya. El techista mira hacia abajo ¿y qué ve?:  una señora que se estaba bañando, ahí nomás por la abertura, le tira una piedrita para llamar la atención de la dama. Ella se sorprende, imagínese, y se tapa con la cortina del baño.  El fulano, que era educado, quiso disculparse pero metió demasiado el cuerpo por el agujero y se cayó.
- Epa, se cayó... ¿y que pasó, qué dijo? -preguntó el cabezón mientras pinchaba una aceituna negra.
- Dijo:  "Y bueno, ahora que me caí que por lo menos no sea en vano."
- Ingenioso, don Colo.
- El tipo era un langa.
- ¿Y entonces, como sigue el relato?
- La mujer le dijo que estaba todo bien, pero que se desvista porque si alguien llegaba y veía que se estaba bañando vestido iba a creer que algo raro pasaba.
- Fantástico.
- Pintaba lindo, pero todo terminó bastante mal porque se escucharon ruidos, era el marido que llegaba un rato antes y quería meterse en el baño.  El techista tuvo que sumergirse de apuro en la bañadera para evitar ser visto por el marido, la señora le dijo "metete rápido ahí, contá hasta 81 que yo lo arreglo...".
- ¡Qué garrón don Colo! ¿Y aguantó la respìración?
- Y, bueno, contaba 70, 71, 72... pero igual se pudrió todo. Un accidente.
- ¿Un accidente?
- Enganchó el tapón de la bañadera sin querer, con el dedo gordo, se produjo el desagote y el techista quedó en evidencia.
- Nunca hubiera pensado que arreglar techos era un trabajo insalubre, don Colo.
- Que te sirva de ejemplo, cabezón.