El burguesismo espiritual es tan propio de capitalistas como de comunistas. Es propio de los que quieren instalarse demasiado cómodamente en la tierra, incluso a pesar de los demás. Cuando los que tienen que actuar en nuestra ciudad necesitan vivir una ficción para aceptarse a sí mismos y soportar sus propios actos (muchas veces erráticos o miserables) entonces la sociedad toda sufre por esa mentira y el retroceso es inevitable.

Los sectores que aceptan estas conductas, periodistas, curas, empresarios y vecinalistas participan del juego en nombre de una convivencia que consiente a aquellos que traicionan su deber para con la sociedad.  El círculo estrecho de los que operan en los salones del municipio termina creyendo sus propias mentiras.  Algunos hasta reciben dádivas para repetir esas mentiras y no hacen más que traicionarse a sí mismos. La persona que se traiciona a sí misma se desintegra. 

El vicio de instalar siempre la disyuntiva de "oficialismo" contra "oposición" que ha utilizado hasta el cansancio la Señora Intendenta, es un ardid para descargar culpas y eludir el trabajo que tiene la obligación de realizar. En definitiva, no es más que la imposibilidad de aceptar su incapacidad para cumplir con su tarea.  La Intendenta no soporta considerarse incapaz, por eso recurre a la creación de supuestos "enemigos" que le impiden avanzar y la instalan en su papel de víctima, papel en el cual se encuentra cómoda y que no ha abandonado desde que llegó al Municipio en el año 2007.

Interrogada la señora Meiners sobre las críticas de algunos sectores por la falta de concursos en la planta permanente de la Municipalidad, agregado al ingreso de parientes y amigos. La primera dama contestó que "no por ser parientes deben ser discriminados". Una respuesta propia de quien vive en un cuento donde la justicia es implantada por una especie de hada madrina que, casualmente, es ella misma. De hecho los parientes de la Intendenta no fueron discriminados pero sí los demás ciudadanos que exigían concursar con la parentela