AÑO 18

NUMERO 61629

Actualidad

Año: 11

Número: 547

LA NOVELA MUNICIPAL: ¿QUIÉN HACE GUARDIA PARA CUIDAR LOS ARBOLITOS?

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"¡Necesito un voluntario para cuidar los arbolitos de navidad que se encuentran frente al palacio municipal!"  El calor incomodaba a la señora. Su mal humor se hacía notar y era la causa del continuo sacudir de su vestido floreado.
- Disculpe señora pero usted está molesta y eso no es bueno -dijo el doctor Elena, concejal y médico de cabecera de la primera dama.
- ¡Estoy molesta y eso es cosa mía! -dijo la señora.
- El estrés es malo para las personas de su edad, con todo respeto.
- ¿De mi edad? ¡De qué edad! ¡Qué carajo quiere decir doctor!
- Que pasados los sesenta...
- Sesenta patadas en el culo te voy a dar, boludo.
El médico, futuro líder del peronismo, recibió un codazo de Dos Santos y se llamó a silencio. La señora sacudió hacia arriba y hacia abajo la pollera como para darse viento. Tomó un trago largo de un liquido verde claro que contenía una jarra sobre el escritorio. Cuando tragó la bebida pareció tranquilizarse, los ojos se le pusieron blancos, le temblaron las comisuras de los labios y zapateó un rato. Después dijo:
- ¡Y señores, estoy esperando respuesta!
- Con todo respeto señora, me parece que los arbolitos se cuidan solos. -dijo Gómez que estaba al fondo, vestido con un pantalón de vestir y una musculosa blanca.
-¡No se cuidan solos! -chilló la alcaldesa- ¡Será posible, carajo! ¡Que lo reparió! ¿Quién es el boludo que quiere tener un kilombo con las vecinales?
- Yo -dijo Gómez levantando la mano.
-A sos vos Alfonso, ahora te quedás de guardia el 25.
-No puedo.
- ¡Cómo que no podés! ¿Acaso te insubordinás? - dijo la señora sacándose el cinto que le ajustaba la pollera floreada.
- No puedo porque en Navidad se reúnen todos los Gomez y yo tengo que estar.
La señora, visiblemente contrariada, con los cachetes colorados de la rabia, manoteó la jarra y se mandó un trago generoso del brebaje verde claro, el garguero se le infló un poco cuando el misterioso líquido pasó en su camino hacia el buche.  Los ojos se pusieron blancos y tambaleó un poco a tal punto que la señora Schnell que se encontraba cerca de la Intendenta  intentó sostenerla para  que no pierda la vertical. Sin embargo la señora se recompuso y revoleando el cinto encaró para el rincón donde se encotraba Gomez con la visible intención de fajarlo.
-¡Así que no podés atorrante, no podés, ya vas a ver lo que es bueno! -balbuceaba la doña mientras troteaba en dirección al tenedor de libros.
Todos los presentes abrieron paso para que la señora con el cinto pasara hacia su objetivo. Gomez no escapó, se hizo chiquito, esperando el lonjazo y sintiéndose más solo que nunca. Había decidido aguantarse lo que venga, le tenía pavura a la Intendenta, pero más julepe le tenía a doña Olga. Doña Olga era la madre de Alfonso y lo había amenzado con algo más que un chirlo con un cinto si se le ocurría falta a la reunión de los Gómez en Navidad. 
Mientras tanto Ana María de los Ángeles avanzaba con el rebenque en la mano derecha.  Gómez cerró los ojos esperando el latigazo. Cinco segundos, nada. Diez segundos, nada. Abrió los ojos porque un murmullo le llamó la atención.  La concurrencia rodeaba a la alcaldesa en un círculo perfecto.
- ¿Qué pasó? - preguntó el tenedor de libros a la subsecretaria de promoción social, señora Elsa Schnell que tenía un vaso de líquido verde en la mano.
- Pasó que la gorda vino tan loca, tan rabiosa y al galope a fajarte a vos que se olvidó que se había sacado el cinto y se le cayó la pollera.
- ¿Se le cayó la pollera? ¿Y cómo está de ánimo...? -quiso saber Gómez.
- Imaginate. Andaba si ropa interior, por el calor ¿viste...?
Cuando escuchó lo que escuchó, el tenedor de libros Alfonso Gómez, en puntas de pie, casi sin respirar, escapó por la puerta principal y desde ese día no se supo más de él. 
 
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