La década kirchner-cristinista contuvo también -como el menemismo- su dinámica de miniserie.
Con la exhibición de hegemonías y altibajos, recuperaciones y caídas, alguna muerte conmovedora e internaciones espectaculares. Hoy Boudou es el presidente. El fulano se encuentra situado en el subsuelo del desprestigio. Deambula por el mundo, pero sólo porque es portador local de oprobios múltiples.
Hostigado por la Justicia nadie espera nada bueno de Boudou. Es una gran ventaja. Por lo tanto se encuentra en condiciones de sorprender. Dejar de mostrarse como el pícaro del suburbio, que llegó sin graves escrúpulos, inspirado en el desparpajo para la música y la bragueta rápidamente eficaz. En nuestra ciudad la miniseria no tiene nada que envidiarle a la historia nacional. La Intendenta es tan graciosa como la pantera rosa. Dijo: "Todo está encaminado, hay que esperar los frutos...". Extraordinario, Todo lo que hizo lo hizo mal. Cierre de la Plaza, palacio Stoessel, Casas de Janssen, plan de pavimento, son problemas para el Intendente futuro. ¿Y todo está encaminado? Llamen a los tres chiflados.  Los primeros capítulos fueron los más fuertes. La actuación del abogado Albarracín estuvo para el Oscar. El tipo se comió la pantalla (por supuesto que se comió algo más que la pantalla aunque lo rajaron a tiempo).  La temporada de los 5.000 lotes para los "sin tierra" prometidos por Ana y Gabriel picaron alto en la audiencia. Fueron elegidos por segunda vez como la pareja del año. Después todo se desinfló pero quién les quita lo bailado. Rajado el abogado hubo capítulos interesantes. Los amoríos entre la princesa heredera de Ana y el morocho secretario de gobierno fueron para comerse un kilo de pochoclo. El despechado (porque la princiesa tenía un galán) se enojó y se las tomó a Santa Fe, pero después volvió ¿o no volvió?. En fin, no se sabe donde carajo está y que carajo hace el punto que hacía (hace) de marido engañado. Ojo, que no cualquiera hace de marido engañado. Es uno de los papeles más difíciles.  Ahora la miniserie está en su tramo final. Hay curiosidad por saber como va a terminar. Si va a terminar mal o bien. O más o menos. Ana María quiere terminar por lo menos como una buena chica. Ahora habla "suavecito" y sonríe con sonrisa sobradora. Como si supiera mucho de lo que está haciendo.  La mayoría de las veces, cuando le preguntan algo, responde como si el que le pregunta fuera un idiota sin remedio. "Señora... ¿cuánto es dos más dos?"  "Dos más dos es cinco querida, je, je, je". Lo peor de todo es que nuestra conductora cree realmente que dos mas dos son cinco. Bueno, la cosa está un poco aburrida, pero cuidado que en cualquier momento puede dar un vuelco, puede tumbar, tumbar la chata, claro. Ojalá que sí.