"Yo nunca usaría calzas" dijo la Intendenta cuando se le preguntó sobre sus preferencias. "Nos solidarizamos con la Presidenta y esperamos que se reponga pronto" declaró la señora mientras caminaba despreocupadamente por los stands de la Expodema. "Una cosa es el chancho y otra muy distinta el que le da de comer" agregó Ana María dejando perplejos a los periodistas que la acompañaban micrófono en mano. "Cómo será la laguna que el chancho la cruza al trote" comentó Alexis Bruno tratando de continuar con la idea de la señora mientras pateaba un taburete. "De las aves que vuelan me gusta el chancho" recitó una chica de la radio "Gajo FM" esquivando un ropero. "Exacto" aprobó Meiners que ahora apuraba el paso porque en ese momento lo vio a Fascendini que venía detrás. "A esas calzas ¿no se le anima, señora?" preguntó una rubia gordita señalando la retaguardia de una promotora vestida totalmente de rojo. "Jamás" retrucó la Intendenta. "¿Acaso cree usted que no la favorecen, señora? -insistió la rubia gordita-. "No, no es por eso, el rojo es un color radical, y usted sabe que yo soy peronista". "¿Peronista Kirchnerista, peronista Massista o peronista peronista? preguntó un morocho que no tenía nada que ver con la prensa y que se arrimó empujando un cochecito. "Lo que convenga, querido." cerró la Intendenta. "¿Lo que convenga a quién, doña, a usted o a la ciudad? gritó el morocho por sobre la pelada de Alexis Bruno. 

"Boquita" Pirola había observado como la comitiva de periodistas se le iba al humo a la alcaldesa y cuando vio que la patota se acercaba se escondió detrás de un portón que se abría y se cerraba solo. Cuando el portón se abría el Senador hacía como que silvaba mirando a un lado y a otro. Esperó a que el aparato baje y se corrió para esconderse tras el respaldar de una cama monumental que había fabricado Arnodo.

El candidato Kinen estaba abriendo y cerrando la puerta de una biblioteca haciendo como que le interesaba. Cuando pasó la comitiva con la señora a la cabeza, se agachó detrás de un taburete simulando atarse los zapatos.

El cabeza de lista Elena tenía el codo apoyado en una especie de barcito donde servían mixtos de jamón y queso. Al ver a la Intendenta empezó a comer agachado ante la mirada impertérrita de las promotoras. "¿Le pasa algo doctor?" quiso saber una morocha que apenas se movía de tan apretada que le iba la remera. "Nada, gracias" contestó el médico mirando hacia arriba bajo la sombra de la delantera de la morena.

"Hay que pegarle al chancho para que aparezca el dueño" se oyó decir a uno de los periodistas que troteaba cerca de la jefa municipal. "La culpa no es del chancho sino de el que le da de comer".

- ¿Qué carajo pasa que todos hablan del chancho, che, no van a poner eso en el diario, verdad?
- No se preocupe Don Sapo Müller, sírvase, que no hay nadie de "Edición Humo" -dijo un mozo que estaba a cargo del vino blanco.
- ¡Pero che, que periodismo de mierda, meta chancho por acá, chancho por allá y chancho nomás, estarán en pedo o qué pasa...!
- Son dichos criollos, don Sapo, no se preocupe que le va a hacer mal, mastíquese un canapé y a otra cosa mariposa.
- Oiga, hágame un favor, quiere.
- Lo que usted quiera don Sapo.
- No me diga más don Sapo ¿puede ser?
- ¿Y cómo le digo entonces?
- Sapo a secas.

La tarde se inclinaba sollozando al occidente. La Intendenta en el patio del predio famoso por la feria de las colonias era una sombra doliente perdiéndose entre la polvareda. Sola, melancólica, huyendo hacia quién sabe donde. "Pensar que tengo que aguantar a estos boludos cada vez que vengo...esto ya no es vida. Me va a dar un surmenage me va a dar, pensó tristemente Ana María, mientras se sacudía las patas antes de subirse al auto."