AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 11

Número: 539

LA NOVELA MUNICIPAL. "LA SEÑORA SE VA A LOS CAÑOS"

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“¿Sabe lo que me gustaría, Gómez?” 

La señora dijo lo que dijo mientras miraba con cierta melancolía por los ventanales que daban a la plaza San Martín. Desde un rincón del recinto, el Secretario de Hacienda, que jugaba con un balero que quedara en el Municipio de la fiesta día del niño, levantó la vista.

¿Sabe lo que gustaría, Alfonso, mire, daría cualquier cosa por saber que significa en realidad el monumento ese de los “cañitos” que voy a inaugurar el 8 de setiembre?

“Señora –dijo Gómez señalando el techo con el palito del balero- es un mensaje surrealista de la señora Barlasina queriendo decir que la semilla viene directa desde el cielo.”

Ana María de los Angeles se tocó la pera en señal de pensamiento profundo. Tomó del escritorio un poroto blanco que había sobrado del vermú del día anterior, trepó a una silla y estirando el brazo lo dejó caer sin más trámite. El poroto blanco rebotó en el piso, dio dos saltitos nerviosos y se quedó quieto cerca del zapato del Tenedor de Libros Alfonso Gómez.

“Se da cuenta, Alfonso, el poroto representa la semilla que cae vertical hacia la tierra fértil, todo bien. Igual, no se acuerde con nadie, podré pasar de ignorante, qué quiere que le diga,  por más que me esfuerzo no veo los caños...”

“Señora –dijo doctoral Gómez mientras levantaba el poroto y se lo mandaba al buche- la artista, sugiere la recta que simula el camino del poroto hacia su destino final, con esos cañitos de acero inoxidable, para que la gente vea lo que no se ve”.

“Mire Gómez, sinceramente, no entiendo un carajo.” –dijo la señora saltando de la silla.  

“No es necesario que usted entienda, señora”

“¡Qué dice, insensato, si no entiendo, no inauguro una mierda y listo!”


Gómez, volvió al balero. Hizo varios intentos fallidos  hasta que la señora se acercó y le sacó el juguete reboleando palo y bocha por la ventana que daba al patio.  Se escuchó un ruido a chapas, después a vidrios rotos como si se hubiera derrumbado una pila de botellas y, enseguida, un golpe seco.  “La reputa que te parió, gorda de mierda”  fue la respuesta que vino desde abajo. Ana María corrió hasta la ventana y sacó medio cuerpo afuera.

“¡Qué te pasa boluda, ojo con lo que decís porque te rajo de una, tarada!”

“Señora, cuidado con lo que dice” –intervino el Secretario de Hacienda-

“¿Y a vos qué carajo te importa?” –se irritó la alcaldesa

“Señora, por favor, cuide la boquita porque se va a arrepentir...”  -insistió Gómez.

“Yo digo lo que quiero. ¡Mirá lo que te digo, boludo vos también Gómez, ahí está. ¿Estás contento ahora? ¡Boludo vos también!”

“Señora el de abajo, al que usted insultó con vehemencia, no es un empleado del Municipio”


Ana María de los Ángeles empalideció, en puntas de pie se arrimó a la ventana, se detuvo indecisa, finalmente se decidió y volvió a mirar con detenimiento hacia abajo.

“¿Quién tenía que venir hoy, Gómez?”

“No se, señora... me parece que la señora propietaria del palacio Stoessel venía a firmar el boleto...”

“¿Ella me insultó primero ...?”

¿Y ahora qué hago, Gómez?

Hágala subir y pregúntele por el monumento de los “cañitos”.


Los gritos que venían de abajo no paraban.  La señora alcaldesa asomó su humanidad por la ventana y le hizo una seña a la comitiva para que suba.  “Vení, Graciela, subí boluda, que acá adentro arreglamos todo”.  Eso fue lo último que dijo.
 
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