AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 11

Número: 538

LA NOVELA MUNICIPAL. "LUNES SONORO"

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Se recomendaba no ingresar al despacho de la alcaldesa a menos que sea sumamente necesario, el que había dado aviso era el Tenedor de Libros Alfonso Gómez quién había intentado hablar con la señora y por poco se liga un chancletazo. 

- La primera dama está muy contrariada porque el fin de semana que pasó, la oposición organizó una Cantata y un baile y nosotros no hicimos nada.  – Aclaró Gómez ante la mirada perpleja del gabinete.

- Nosotros con el candidato que tenemos lo único que podemos organizar es un velorio –   dijo Blangini-

- ¡Qué pase el negro Blangini!  -Se escuchó la voz de la señora desde el otro lado de la puerta.

El morocho se puso blanco. Los otros sonrieron y le abrieron paso. La secretaria con un poco de lástima le alcanzó una carpeta para que se ataje. Oreste Blangini, Secretario de Obras Públicas, avanzó con cautela, abrió sigilosamente la puerta y asomó la trompa tapándose con la carpeta. Nada. Silencio absoluto.

- Silencio de cementerio – susurró Gómez desde un rincón-, eso es lo más peligroso.

Al ver que no pasaba nada Blangini abrió un poco más la puerta y se plantó bajo el marco. Carpeteó con cuidado el recinto observando uno por uno los posibles lugares desde donde podría surgir un proyectil. No había nadie. El “negro” dudó y fue entonces que casi da media vuelta para volver sobre sus pasos. Sin embargo no arrugó y se puso en puntas de pie para mirar detrás del escritorio. Nada. Avanzó un paso. Miró hacia atrás. El gabinete de notables se comía las uñas.  “Vuélvase Blangini”  le rogó con voz sensual la secretaria. Pero no, Oreste lanzó una mirada temeraria a todos. No iba a quedar como un cobarde. Tomó aire y cruzó la puerta del despacho. En ese instante fue cuando se escuchó el “¡GONG!”,  terrible, fatal. Ruido inesperado, mortal. “¡GONG, GONG, GONG...!!!”, acompañando la caída del Secretario con toda su humanidad despatarrada sobre el piso del salón. 

- ¿Qué fue eso...?  - preguntó Gómez parándose sobre una silla.

La señora alcaldesa apareció como un fantasma sonriendo maliciosa. Agazapada detrás de la puerta, le había puesto de sombrero a su Secretario de Obras Públicas, a traición, una campana mediana del viejo proyecto del campanario de De Pace.  De ahí venía el “gong”.  Culminada su obra, la rubia Intendenta, en patas (para no hacer ruido) le dio la espalda a sus subordinados, saltó por encima de Blangini y fue hacia su mesa de trabajo dejando una huella blanca, regordeta y redondeada como una empanada.

- Se pone talco en las patas porque le van un poco chicos los zapatos. – Aclaró la señora Schnell, Secretaria de Promoción Social, cerrando el asunto.
 
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