AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 11

Número: 535

LA NOVELA MUNICIPAL: "LANZAMIENTO DEL PROFESOR"

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“¡Y vamos a salir despegados como un “cuete” hacia la estratósfera!”

La señora arengaba en el salón de Sportivo del Norte chillando sobre los gritos de los “compañeros” que no cesaban de darle al bombo. La patota se divertía y a decir verdad no escuchaba un carajo. El ruido era ensordecedor y la euforia (producto de una jarra de vino tinto que corría de pico en pico) no dejaba margen para entender nada.

“¡El compañero Kinen será el conductor del cuete y nosotros los pasajeros!”   

Los que gritaban escucharon “jeros...” y gritaron más todavía, el tipo que sacudía el bombo acusaba un “pedo” histórico (con todo respeto por el compañero) y un morochazo en camiseta que lucía una oscura pelambre en el pecho soplaba una corneta como si fuera una cuestión de vida o muerte. .

“¡Compañeros, todos estos años nos hemos preparado para salir a construir una ciudad moderna, pujante y progresita!”

La señora alcanzó apenas a pronunciar la última palabra y ya los negros estaban vociferando cualquier cosa . “Che, le dijo Ana María a su asesor y “mente que trabaja en las sombras”  el “guampa” San Peso (Le dicen así, qué le vamos a hacer), che, San Peso me parece que estoy hablando al pedo porque estos negros no hacen caso a nada.”   San Peso hizo señas con las manos a la barra reclamando silencio. La “claque”, demasiado regada por el vino, no acusó recibo del requerimiento y continuó gritando: “¡Elena, compadre...!”,  con el remate conocido, el cual censuramos por razones obvias.  Kinen y su segunda sonreían. Los negros no se callaban. La señora chilló la última frase que esta vez no se escuchó porque el griterío era bestial.  San Peso se arrimó a la negrada y quiso callar a uno de los “bombistos” tapándole la boca con la mano. Se produjo un revuelo, uno de los compañeros se arrimó con la jarra de vino y desparramó unas gotas en dirección de la alcaldesa. La señora se secó la cara con la corbata de Gómez que se atajaba a su lado. La hinchada se arrimó demasiado hacia el lugar donde estaba el micrófono y aplastó a la señora contra la pared.  “La señora, la señora” gritó Dos Santos tratando de apartar a la multitud descontrolada.  Ya era tarde, Ana María de los Angeles había desaparecido dentro de la marea humana. Alguien dijo haber escuchado la vocecita de la Intendenta ordenando: “Rajen, rajen de acá  y la puta que los parió, me están aplastando...”, pero después no hubo más señales. 

La cosa se despejó cuando desde el patio alguien avisó que ya estaban los chorizos.  Cuando la marea humana se fue retirando en dirección de los asadores, como un saldo patético de las luchas revolucionarias, apareció la osamenta de la señora. Contra la pared, despeinada, con el lápiz de labio corrido y el vestido arrollado en la cintura. Sola, más sola que nunca, despatarrada, en el suelo, con un solo zapato. Nadie para asistirla, el salón vacío. Unos perros galgos se arrimaron para lamerle la mano. El primero en aparecer fue el profesor Kinen, masticaba con ganas un choripán, al ver a su jefa en ese estado calamitoso, pegó un salto, dejó en el suelo la chinchibira y se arrimó.  “Señora, señora –dijo- ¿está bien?” . Ana María se sopló el flequillo, se sacó un cáscarita de maní de la oreja, apartó los perros y apoyando el codo sobre el piso habló y dijo: “Se pueden ir todos a la puta que los reparió.”
 
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