AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 11

Número: 533

EL NEGRO SE FUE DE BOCA EN EL TEDEUM.

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- ¿Qué me hizo Blangini?  -La señora estaba hecha una furia y lo encaró al morocho con los tapones de punta.

-¿Qué le hice, cuándo, la verdad no sé de qué me habla, doña María? -el negro parecía tranquilo pero unas gotitas de sudor le aparecieron en la comisura de sus labrios gruesos.

- ¡Cómo cuándo, cómo cuando, che, no se haga el boludo, tengo testigos que usted cuando salía del Tedeum del 25 de mayo anduvo sacando el cuero al cura que dijo el sermón...!

El morocho de Obras Públicas hizo memoria y se acordó de aquel nefasto día, cuando, en el atrio, escupió unos improperios cotra el presbítero que había criticado a todos los presentes, ausentes y parientes habidos y por haber.   ¿Pero,  cómo se había enterado la alcaldesa? Seguro un alcahuete que nunca falta que me escuchó cuando rajé la puteada, pensó Blangini.

-Usté, negro de mierda, ha provocado que toda la curia se me tire encima y,  por si eso fuera poco, que  uno de los curitas de la parroquia se niegue a confesarme en el día de ayer.  Me dejó arrodillada como pidiendo perdón en la misa vespertina, para que todos se me caguen de risa.

El negro Blangini se secó la frente con el expediente del Plan de Accesibildad Urbana y se quedó mudo. No sabía que decir.  La señora Meiners se sacó la chancleta y lo miró fijo.

- Mire, Oreste, lo suyo fue una falta grave y no puedo dejarlo así porque pierdo autoridad. -Dijo la doña soplando la chancleta-

- Fue sin querer, señora.

- Bájese los pantalones y apóyese contra el escritorio. 

El morocho dudó por unos segundos y después se aflojó el cinco.  "Un poquito más abajo" ordenó la primera dama mientras hacía círculos en el aire con el adminículo devenido en látigo. Aclaremos que se trataba de un calzado del número 43 con suela de cuero, sin talonera, bastante práctico para el asunto que la Intendenta acostumbraba usar en casos terminales. La doña levantó el talero en el aire y cuando se disponía a sacudir contra la retaguardia de Blangini, el arquitecto preguntó.

- Oiga, señora, no me dijo cuátos chirlos me va a dar...

- Le corresponden 20 chancletazos, por bocón y por hereje.

Cuando la pareja de funcionarios se llamó a silencio comenzó a hablar la chancleta. Viente veces chilló el cuero contra el culo morado del funcionario en falta.  Desde la sala de espera al despacho de la jefa algunos dicen haber escuchado la voz de Ana María que decía mientras lo fajaba al otro, tales como:  "¡Yo te voy a enseñar, negro de mierda!",  "¡Ni los chorros berretas que hiciste en la plaza te van a curar!",  pero solo son versiones que no se pueden confirmar.  Lo único cierto en que todos coinciden es en el seco y repetido sonido de la chancleta.
 
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Salustio, Caius Sallustius Crispus (85-35 a. C.)
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