AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 10

Número: 496

NUEVA BIOGRAFÍA DEL GABINETE MUNICIPAL. ANCESTROS SCHNELL EN LOS BANANALES DEL NORTE.

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"Esperancinos hubo con oficios diversos, pero ninguno como don Américo "muga" Schnell, pariente de la Señora Secretaria de Acción Social del Municipio. El ancestro de los Schnell tenía trabajo pero terminó siendo una especie de Quijote del volante porque era camionero." Eso dijo Mario Dos Santos, responsable de prensa y ceremonial del municipio, quién se encontraba en su oficina, en soledad,  por ausencia del periodista Alexis Bruno Bonete, eso sí, asistido por un empleado de maestranza,  quien le sostenía el grabador y le armaba la picada para el vermú. .

- Don Mario, con todo respeto, -dijo de pronto el asistente de Dos Santos- ¿que le pasó a don Alexis?
- Tuvo un pequeño accidente. Se quedó dormido en el patio y con la lluvia, parece que se le inundó el agujero de la pera.
- ¡A la marosca! ¿Y como está el hombre?
- Lo están desagotando.

El petiso quedó un rato como tildado, pensando quizás en Alexis Bruno y enseguida se mandó al buche un trago de vermú, para aclarar la voz y arrancó con la biografía de los Schnell.

"El "muga" cuando pasaba por la casa de salud de la ruta 19 se ataba al volante. No era fácil quedarse arriba del camión. Él decía que las sirenas de la ruta se le ofrecían con atuendos provocadores, que algunas señoritas se desprendían los botones de las blusas y mostraban el tajo de sus polleras cortonas. Las piernas enfundadas en medias de red. Pensar que, después, iban a comprar pan con las medias, solía decir el camionero.

-¿No era de los que llevaban un gato en falda? -se metió el asistente de Dos Santos.

- No, este tenía de mascota un yacaré que había traído del norte. Mansito. Dormía con él en el camión, siempre a los pies, el bicho sabía cual era su lugar. Era manso pero "soñador",  dicen que el reptil soñaba con los pantanos, con otros yacarés, en fin un animal intelectual ¿vio?. Todo iba más que bien. Schnell lo cuidaba,  en invierno lo tapaba con una frazada, en verano le ponía una cubetera en la cabeza y otra en la cola.

En este punto del relato, Dos Santos le hizo una seña a su asistente para que apague el grabador. Se produjo un tremendo silencio durante el cual, el relator, parecía querer contar un secreto inconfesable. Dudó un instante y después habló.

- Una noche fría, Schnell y el yacaré estaban durmiendo en el camión, tapados hasta las orejas con la frazada. Cuentan los familiares que el animal soñó esa noche que se peleaba con otro yacaré.

- ¿Y que es lo que pasó don Dos Santos?

- Es un secreto. Lo único que le puedo decir es que gracias a Dios, Schnell, ya había tenido descendencia.

El petiso de prensa y ceremonial del benemerito municipio de la Suiza de las Pampas hizo una pausa para entrarle a la mortadela y al queso mientras se reponía de lo que él mismo definía como "secuelas del cuento". Dos vasos de Cinzano mediante el morcho continuó con la historia de los ancestros de la secretaria de accion social.

"El camionero Schnell no era de los que eligen la carga. No le hacía asco a nada. Dicen que buscaba bananas en los bananales del norte. 10.000 hectáreas de bananales. El escudo de la familia Schnell, que está en la bilblioteca Sotomayor,  tiene dos bananas cruzadas. Era un trabajo peligroso. Se supo de camioneros que se habían perdido en los bananales y nunca volvieron. Se podía cargar banana grande o banana chica.

-¿Y qué banana cargaba Schnell, don Dos Santos?

- Era de cargar banana grande pero después del accidente con el yacaré empezó a cargar banana chica.

El morocho de prensa se acomodó en la silla y se dispuso a darle final al relato:

En un viaje al norte a buscar bananas, Schnell llevó como acompañante a un gringo de apellido Becchio. Todo anduvo normal por el camino pero cuando se internaron en los bananales Becchio se bajó para cumplir con sus necesidades fisiológicas, el gringo se acomodó en un refugio natural rodeado de plantas gigantescas. En lo mejor del trabajo de vaciamiento de sus intestinos escuchó una voz que le decía: "¿Está solo buen mozo?",  Becchio levantó la testa y, dicen, se encontró con un individuo híbrido, del cual no se podía determinar si era hombre o mujer. El visitante vestía como una señora, con tacos y pintura, se entiende, pero tenía, sin embargo, los hombros anchos y las pantorrillas musculosas como los mocetones de la zona.

Sin saber que decir, Becchio, terminó con sus menesteres y se acomodó los pantalones.  Dicen que el mozo lo tomó de la mano al gringo y lo invitó a pasar la noche en el lugar, porque ya era tardecita y los bananales son bravos de noche. Schnell mientras tanto tenía para rato con la carga y entonces Becchio dijo "¿por qué no conocer un poco más de este mundo misterioso'". Aunque no podía dejar solo a su amigo. 

- Oiga, espere, tengo que ayudar a cargar las bananas -dijo Becchio al morochón que lo llevaba de la mano hacia quién sabe donde.

- Después, te cargo dos camiones si querés... -dijo el híbrido.

- No tengo con qué pagar, señor... -dijo Becchio.

- No te preocupes -retrucó el mozo. Y se perdieron en la espesura.

Cuenta Schnell que a la mañana del otro día no encontró a Becchio y se preocupó. Tenía miedo que se haya extraviado en los bananales. Lo buscó por los alrededores de la inmensa plantación gritando a viva voz: "¡Gringo!" "¡Gringo!" y nada.  Ya había perdido las esperanzas de encontrarlo cuando lo vio saliendo por detrás de unos bananos, apartando algunas hojas, cabisbajo y pensativo.

-¿Y cómo estaba? ¿Estaba entero? ¡Hable don Dos Santos! -quiso saber el ayudante del petiso.

- Estaba bien. Entero. Lo único que notaron los que lo vieron es que tenía los ojos saltones.

La leyenda cuenta que a partir de ese infortunio de uno de los ancestros de los Becchio, todos, sin excepción,  llevaron de allí en más, sobre sus espaldas el sello característico de los "ojos saltones".  Pero ese es otro cuento, dijo Dos Santos, bostezando, mientras capturaba con la boca un maní arrojado al aire y apuraba el último trago de vermú. 
 
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