El gobierno de la señora Meiners se reune, estudia, calcula, hace actas, escribe proyectos, hace dibujos y da que pensar que todos los funcionarios que hoy están sentados en la Municipalidad creen que reuniéndose, estudiando, calculando, haciendo actas, escribiendo y haciendo dibujitos están haciendo algo.  Por ejemplo, el arquitecto Blangini a quién han lanzado más solo que Adán en el día de la madre a explicar lo inexplicable, quiere hacernos creer que un gobierno parlachín, siestero, que no es capaz de cerrar la plaza o terminar unas sencillas casitas de un plan de vivienda, de la noche a la mañana se va a convertir en una pelotita de nervios y saldrá con las tropillas municipales a hacer cuadras y cuadras de pavimento. Por supuesto, nadie supone siquiera que Blangini crea lo que está diciendo. Salvo que el "compañero" Oreste piense, que solo se trata de armar un paquete y enviarlo con un moño al Concejo para que se lo rechace.

Hace más de un año que los "técnicos" Meiners están manoseando un proyecto de pavimento y ripio.  Hace más de un años que se reunen con algunos vecinos que van a hacer de público en las charlas de guitarreros oficiales que son más una perdida de tiempo que otra cosa. "Ahora estamos terminando la Ingeniería Financiera" dicen los voceros macaneando de entrada con las palabras presuntuosas que eligen para decir que están "copiando" un círculo de ahorro que ya fue inventado y que es más "viejo" que la injusticia. "Ingeniería financiera" ¡Por favor!  ¿Estos funcionarios que no saben sumar a tal punto que nunca les alcanzan los presupuestos que ellos mismos confeccionan, qué ingeniería van a hacer, la ingeniería del "meta hacer nada" qué es la única que les sale bien?

Un año y más también, estos funcionarios, cuya actuación parsimoniosa no le sale barato a la ciudad, van a utilizar para salir con un dibujo de las calles que supuestamente van a "intervenir" con, Dios quiera, pavimento y ripio. Los ingenieros de la guita (Gómez y sus investigadores), luego de sesudos cálculos financieros, van a hacer su aporte científico expresado en un número que aplicarán a una cuota impagable. Listo. Ahora pueden seguir durmiendo la siesta. Los concejales recibirán la papa caliente y no entenderán nada. Si aprueban no se hace porque nadie podrá pagar semejante cuota y si no lo aprueban no se hace porque no lo aprueban. "¡Ay, ojalá que no lo aprueben!" pega el gritito Blangini. Es sencillo de entender: Ni acá ni en ningún lugar del mundo, un tipo que estuvo pensando, masticando y dándole vueltas a un asunto durante un año, de pronto, en el peor momento, cuando la inflación desintegra los ingresos de la gente,  decide hacer lo que no hizo, decide decidir lo que nunca decidió ¿Qué pasó, un milagro? Puede ser, pero es difícil.