AÑO 18

NUMERO 61629

Opinión

Año: 1

Número: 53

Gente buena, ciudad buena. Una nota de Edgardo Ferrero

Las ciudades, como la gente, se nos ocurre, tienen también un cuerpo y un alma. Las ciudades a consecuencia de la conducta de sus habitantes suponemos se salvan o se condenan tal cual las bíblicas Sodoma y Gomorra salvando las inevitables distancias.

Los tipos como nosotros que transitan la vida de la mitad para allá, o sea, los tipos grandes, que trabajan de algo, que son comerciantes, empresarios o acaso políticos, tienen (tenemos) mal que nos pese una jugada personal difícil, "una opción de fierro", que vendría a ser mas o menos así:

O nos dedicamos a hacer daño a los demás para vivir mejor nosotros, mejor dicho, nos dedicamos a acumular plata, poder y cosas a cualquier precio despojando a nuestros conciudadanos, o por el contrario, optamos por ser generosos aportando ciencia, experiencia y desprendimiento para liberar el paso a los jóvenes que vienen, a los hombres que están y por lo tanto a la ciudad que habitamos.

La forma de actuar de los habitantes de un lugar, la forma de ser y hacer que predomine, el estilo que se concilie entre todos hará de la ciudad una cosa u otra. Así es como hay ciudades miserables de la misma forma que hay hombres miserables. Y hay ciudades dignas, heroicas, cobardes como hay hombres dignos y hombres cobardes.

Es bueno que las ciudades establezcan lo que quieren ser. En razón de lo que quieran ser entonces podrán entrar en acción. Para bien o para mal, pero entrarán por fin en acción de acuerdo a lo que creen y quieren ser. Si nos decidimos por ser una cosa u otra así actuaremos. ¿Seremos una ciudad culta? ¿Nos preocuparemos por construir una ciudad segura? Es importante saberlo, así todos obraremos en consecuencia en pos del objetivo común elegido. Porque convengamos que se pueden construir escuelas y bibliotecas (de hecho hay ciudades que lo hacen) y también se pueden construir prostíbulos y casas de masajes. Si elegimos una cosa u otra habremos optado por ser más o menos cultos o más o menos seguros. Lo que no es conveniente es decir que queremos ser una cosa y actuar en contrario. Valorar las escuelas y abrirle la tranquera a los lupanares, por dar un ejemplo, por supuesto, muy lejano a nuestra moral y modales del cantón de Valais. Todos sabemos que la hipocresía no ayuda a las ciudades a conseguir sus fines.

No todo será perdonado. Nuestro paso por este lugar, en este momento de la historia tiene su importancia, la huella que dejemos en el espacio de tiempo que nos fue concedido no tiene por qué ser trivial, intrascendente, el hombre es demasiado complejo para suponer que su muerte es solo ir al cuarto de al lado. Los egoístas, los miserables y los cobardes no deben estar tan seguros de que su conducta los llevará al cielo. Los que creemos que el hombre es "alguito" más que un animal en una cuatro por cuatro, invitamos a todos a pensar la ciudad como un lugar donde un grupo de hombres (varones y mujeres) dignos haga una ciudad digna. Si hacemos ese trabajo, si podemos ser una unidad de destino, valorando todo lo que tenemos, compartiendo lo que podemos con el tipo que vive enfrente, que tiene nombre y apellido, que conocemos y con el que nos sumamos al proyecto común que es esta ciudad, es muy posible que no solo superemos esta crisis. Sino todas y cada una de las crisis.
 
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