AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 10

Número: 450

LA NOVELA MUNICIPAL. ¿HABRÁ ALGUIEN DESPIERTO EN EL MUNICIPIO?

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Un silencio de monasterio reinaba en el gran edificio blanco. La señora alcaldesa de la Suiza de las Pampas dormía profundamente, despatarrada sobre uno de los sillones del salón de los tejemanejes. En la penumbra de, de pronto, como una sombra misteriosa, en puntas de pie para no ser oído, el conserje de la Isla de la Fantasía, el compañero Dos Santos, se acercaba a su jefa con una almohada bajo el brazo con intención de colocarla entre el respaldar del sillón y el cogote de la Intendenta. "Para que duerma más cómoda, para que no se despierte tan rápido y empiece a joder" pensaba el morocho de bigotes mientras avanzaba hacia su objetivo.
El ruido de un ventilador de pie con una cintita colorada que flameaba y el tic tac de un radio reloj eran los únicos susurros que rompían el silencio. "Silencio en la noche, el músculo duerme" cantaba en voz baja Dos Santos levantando la almohada. El petiso ya estaba a unos centímetros del respaldar del sillón donde roncaba la primera dama cuando un estruendo infernal emergió del radio reloj, la voz ronca del "Gajo" Paravano atronaba saludando "¡Buen Día, Buena gente!"  "¡Son las nueve de la mañana!" "¡Son las nueve buen día buena gente!¡" y dale.... Mientras tanto Dos Santos, demasiado cerca de la señora como para no hacer nada, solo atinó a tapar los oídos de la Intendenta con la almohada. Más allá, el radio reloj seguía con el barullo ahora con un pasodoble a todo trapo, entonces, Dos Santos dejó la almohada y se tiró cuerpo a tierra sobre el escritorio con la intención de acallar el maléfico aparato, sin embargo no fue la radio lo que despertó a Ana María de los Angeles, sino el grito desgarrador del petizo que en el apuro se había clavado en las verijas un pinche que se erguía peligrosamente en la mesa de trabajo de la alcaldesa.
-¡Ahhhhhh! -gritó el de bigotes.
-¿Qué pasa, qué carajo pasa? -dijo semidormida la primera dama- ¡Que lo reparió no se puede dormir tranquila, justo me despertaron cuando estaba por inaugurar el parque industrial, los 5000 lotes de Albarraciín y el entubamiento del canal de Alem!
Los gritos del morocho fotógrafo atrajeron a algunos ciudadanos que estaban en la sala de espera aguardando turno para hablar con la señora. Entraron corriendo unos tipos que traían un papel con 2000 firmas, una señora que pedía una cama de dos plazas y tres señoras con un termo que venían a charlar con la Intendenta.  Dos Santos había quedado herido, de espaldas sobre el escritorio, revolcándose como si le hubiera explotado una granada.
 
-¿Qué le pasó a éste? -preguntó su majestad que tenía las marcas del sillón en el cachete derecho.
- Parece que se clavó esto en la zona baja -dijo un fulano con el pinche para papeles en la mano.
- ¡Apaguen la radio por favor, por culpa de esa radio de mierda me clavé lo que me clavé...! -gritó con furia Dos Santos.
-¡De ninguna manera, deje la radio prendida, que para eso le pagamos, hay que esperar hasta que hable bien de nosotros, tengo que controlar todo, que joder...!
En la "Gajo radio" habían puesto una grabación con infinidad de propagandas de peluquerías, quioscos, verdulerías y manosantas, mientras tanto el petiso era retirado por dos inspectores hasta el medio del salón donde pusieron como condición que vengan dos más para ayudar o lo dejaban tirado al herido en el lugar.
-¡Ahora no podemos hacer nada otra vez....! -se quejó su excelencia.
- ¡Se suspenden todas las audiencias! -gritó un morochito compadrón que entró desde la Secretaría de Gobierno.
-Bajen las luces, pongan más despacio la radio y váyanse todos a la mierda -dijo la señora haciendo gestos con la manito.
Cuando estuvo sola, Ana María acomodó el ventilador, levantó la almohada del piso y volvió a acomodarse en el sillón. No pasaron diez minutos que ya estaba roncando de nuevo.
 
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