AÑO 18

NUMERO 61629

Opinión

Año: 1

Número: 49

La ciudad como idea. Edgardo Ferrero

Me pregunto si a una ciudad como la nuestra con estas características y con estas particularidades le está dado proyectarse o en todo caso distinguirse entre las otras ciudades. ¿Por qué no? Digamos, por sus cualidades, voluntad o tal vez por su espíritu colectivo. ¿Por qué no podemos ser el espejo en el cual se miren otras ciudades de la Argentina? ¿O habrá que nacer en Buenos Aires para ser innovador, original y creativo? Me pregunto si nosotros, los esperancinos somos capaces de pensar con honradez y con humildad. Probablemente la respuesta sea afirmativa. Creo que sí. Tengo la certeza de que a nadie en estos pagos se le ocurre pensar en hacerse rico para generar envidia a los demás y menos que menos, suponer, que el éxito económico habrá de alimentar la soberbia del exitoso, por el contrario, estoy seguro que todos piensan -siguiendo la filosofía de todos los tiempos- que nada ha superado al designio de hacer grandes, dignos y felices a los hombres.  ¿Verdad que sí?  Hoy vemos con que voluntad y profesionalismo trabajan aquellos que quieren, por ejemplo, un plan estratégico para la ciudad. Analizando todo lo que conviene a la ciudad del futuro, estudiando si estamos en condiciones de realizarlo,  si tenemos el material humano necesario y, lo más importante si la comunidad tendrá o no que hacer un sacrificio exagerado para conseguir el prometido progreso ordenado que, al final, se verá si resulta beneficioso, si conviene, si es para bien como se supone. Vemos cuánto hay que pensar cuando no se quiere seguir el soplo de los ilusos que sugieren dejar todo librado al azar. Y cuánto se debe trabajar para alejar la posibilidad del error irreparable que nos haría padecer las consecuencias de una ciudad anárquica y desordenada.

Pero tal vez en estos tiempos complicados haya que poner el acento también en el hombre mismo. Esa parece ser nuestra tarea futura:  ocuparnos del hombre, reconstruirlo económica y moralmente. Y más que nunca en estos años en que la decadencia parece haberse maximizado, tiempos en que todo parece hacerse a través de "chanchullos" económicos y vemos salir a la calle a la delincuencia suelta. Años en que en la Argentina se han visto como nunca los cuadros patéticos de pobreza y decadencia que hoy se están presenciando, producto de  renuncios morales que anuncian el principio de una sociedad  decadente. Nosotros, que vivimos en este lugarcito bastante tranquilo y simple, tal vez sepamos por donde pasa la solución o por lo menos lo sospechemos, porque esta ciudad de Esperanza que disfruta la virtuosa aptitud de escapar a las generales de la ley (y no por casualidad) parece  haber comprendido que si dejamos que la necesidad ande suelta en las calles y el hombre no tenga la posibilidad de resarcir su desgracia de otra manera,  tendremos delincuencia, por eso, estemos donde estemos, siempre procuramos alentar como prioridad la noble consigna de que los esperancinos tengan trabajo.

La idea (para algunos utópica) de que ciudades como la nuestra son capaces de proyectarse como un ejemplo de desarrollo armónico constituye una causa noble, una idea, para que trabajemos todos para bien del conjunto. Aunque primero, es cierto, hay que afianzar el conjunto, no se puede ir hacia ningún lado con un equipo de anarquistas que inventan peleas a cada segundo.  El mundo de hoy esta partido en dos grandes partes que chocan entre sí,  una de ellas arbola como estandarte el "Progreso técnico" y la otra la "Justicia Social" pero ambas concuerdan en una cosa: su odio por la tradición, y la tradición  representa justamente no el cambio sino lo que permanece. Cambiar, cambiar, hacer cambios, apresurar el cambio, esta bien, pero procuremos la armonía del cambio. La materia es mecánica y se somete a la mecánica; el espíritu no es mecánico, el espíritu "sopla donde quiere y no se sabe de donde viene y adonde va".  La tecnología a acortado las distancias y hace que los complejos de "ciudad chica" vayan claudicando en nuestros espíritus. La ciudad puede ser el principio de un ejemplo útil para la geografía que la cobija, es cuestión de ponerse a trabajar con seria determinación confiando en el talento de nuestra gente. Y los que no crean en estas teorías pueden tomar estas reflexiones como simple mitología y continuar alentando los viejos complejos paralizantes. En cuanto a los otros, se vería con agrado que empiecen a trabajar  ahora si es que no han empezado ayer. Gracias                                          
 
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