Erase que era una mañana luminosa con el sol entrando por los ventanales del gran palacio blanco de la resignada Suiza de las Pampas. La señora de todas las señoras, la señora de las seis décadas, se encontraba masticando una medialuna que había sumergido previamente en un tazón conteniendo caña paraguaya y se disponía a iniciar los asuntos del día, cuando de pronto se abrieron los portalones custodiados por dos edecanes y al sonido de los trompetines hizo su entrada a paso de murga el señor doctor Gabriel Chapatín amo y señor de los expedientes gritando a viva voz en dirección a la gran dama.

-¡Señora han llegado las encuestas!

Al primer grito la gran alcaldesa solo atinó a engullir el pedazo de factura que obraba en su mano y con los ojos saltones (visto que le dificultaba tragar) hizo señas con la cabeza tal cual como lo hace un flamenco capturando un pescado. 

-¡Señor Chapa chapa, ya le dije que no quiero que irrumpa con violencia en mis aposentos! ¡Un día de estos me voy a atragantar con un ejemplar de la ley de municipalidades y comunas!

El abogado se arrojó al suelo en señal de respeto y levantando levemente la cabeza habló y dijo.

-Señora, las encuestas han llegado y no pude esperar, disculpe usted mi excitación pero no me pude contener ante los auspiciosos resultados que he recibido.

-Hable usted -dijo la dama mientras terminaba la caña con un golpe de muñeca.

-Señora -suspiró Chapatín- los ciudadanos de esta tordilla comarca nos están eligiendo otra vez para tomar las riendas de los negocios públicos. 

-¿Usted cree, señor, que después de lo que hemos hecho, los suizos blancos volverán a darnos una oportunidad?

-Estoy seguro. Las encuestas así lo expresan. Gran Intendenta y augusta mujer de la pampa gringa usted es nueva lora mayor de estos campos -mientras decía lo que decía el doctor y apoderado Chapatìn,  colocando rodilla en tierra, recuperaba la vertical.

-¿Le parece? ¿Y entonces el cabildo abierto que está cerrado?

-Todo olvidado.

-¿Y los inundados, el fondo sojero y las cloacas?

-Muerto y sepultado. 

-¿La deuda con la caja municipal, las cooperadoras y los concejales?

-¡Señora, todo está perdonado a partir del día de hoy! ¡Todo empieza de cero como si nada hubiese sucedido!

La señora escuchaba soplándose el flequillo y mirando de reojo una botella de anis que le habían regalado en el aniversario del boliche de Banderale. Crispados los dedos y alerta las orejas, con la falda acampanada y las botas sin medias, saltó de pronto sobre el escritorio zapateando con gran estruendo como si bailara el último malambo. 

-¡Si todo empieza desde cero me vuelvo a mi casa!

El abogado plenipotenciario dejó que su rostro adquiriera tonos violetas mezclados con verdes opacos, revisó sus bolsillos sacando una medalla de oro olvidada por el Intendente Breques y dando media vuelta salió gritando por los corredores mientras corría directo a la tesorería. 

-¡Apuren con los trabajos que nos queda poco! ¡Olviden las monedas y ocúpense de los billetes grandes!

Nadie, lo que se dice nadie, pudo comprender el significado de aquellos gritos que surgían de la garganta del honesto y fiel apoderado del Municipio. Lo único que contaron los que vieron es que, al parecer, a partir de ese momento, los empleados, los proveedores, los pudientes y los indigentes dejaron de percibir lo que percibian. Además, se suspendieron de inmediato las compras de plantines al presidente de la Federación y las últimas esperanzas de los augustos ediles fueron a parar al olvido. Se trocó el mate cocido por agua y se apagaron las estufas y ventiladores. 

-Tenemos que ahorrar -dicen que dijo el apoderado- es necesario que el dinero alcance para todos. Eso sí, primero pagaremos los servicios jurídicos y los estudios para estudiar lo que tendríamos que haber hecho. 

Y se ahorró. Y nunca se supo donde fue a parar el ahorro.