AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 4

Número: 207

¡LA NOVELA NO SE RINDE!  ¡AQUÍ SE REVELAN LAS RAZONES ULTRASECRETAS DE LA RENUNCIA DEL TESORERO! ¡IMPERDIBLE!

"Señora, vengo a renunciar al cargo de Secretario de Hacienda con el que usted me honrara oportunamente". Eso dijo el gran Titín, Secretario de secretarios, tesorero de tesoreros y sus palabras cayeron como un balde de agua fría en medio del salón de los grandes hurgueteos, justo cuando la Alcaldesa se disponía a arrojar por los aires la bocha de un balero que le habían regalado para el 25 de mayo.

- ¿Qué dice usted señor Bertero, se puede saber por qué irrumpe en medio de la corte sin hacerse anunciar?

- ¡Es que vengo a renunciar, señora! – dijo al borde del llanto el tesorero.

La gran dama arrojó el balero en dirección "este- oeste" lugar donde se encontraba uno de sus consejeros, quién mal que mal lo desvió hacia el cuadro de los Intendentes, sin poder impedir que la bocha de madera se incrustara con violencia en la foto del lord Mayor Juan José Breques, borrando de una su gélida sonrisa.

- ¡Qué dice señor Tesorero! ¡Renunciar! ¡Acaso las ratas abandonan el barco! –la señora Intendenta levantándose las faldas y parándose sobre el escritorio comenzó a gritar desaforadamente - ¡Las ratas abandonan el barco ...!

- Señora –dijo el tesorero del reino poniéndose una mano en el corazón- nada hará que cambie de opinión, ya que ahora está en juego mi buen nombre y honor, mi corazón quedará, sin embargo, al lado suyo hasta las últimas consecuencias...

- ¡No quiero su corazón! ¡Además usted no tiene corazón, señor Titín, los contadores públicos son como Pinocho, tienen el corazón de madera! –dicho esto la alcaldesa se cubrió el rostro y lloró amargamente.

Imagínese el lector la escena. Una señora grande llorando parada sobre el escritorio y cuatro hombres (tres edecanes y un tesorero), mirando en silencio sin saber que hacer. Patética e incómoda situación que, por supuesto, no se sostuvo por mucho tiempo ya que, alertado por los lamentos de la primera dama, vino a apersonarse, atropellando contra los portalones del recinto, ni mas ni menos que el ayudante mayor, jefe de jefes y yerno de la señora, quién, a los gritos y corriendo al estilo de un Batman moderno, subió de un salto al escritorio y se dispuso a proteger a su suegra mirando a todos los presentes con rabiosa devoción.

- ¡Quién fue el hereje que provocó estos dulces gemidos en esta inofensiva dama! – gritó revoleando los ojos en actitud francamente guerrera.

Todos fijaron la mirada en el tesorero, quién parecía esperar una mano fraterna encogido en un rincón. El contador había levantado las solapas de su saco de invierno y por un momento todos creyeron que iniciaría un retroceso abandonando sus ímpetus renunciantes hasta nuevo aviso, en honor a la verdad el hombre amagó un lento "recule" en dirección a la salida, pero solo fue una falsa impresión, de pronto el funcionario hinchó el pecho y lanzó un furibundo eructo que descolocó a todos.

- ¡Yo soy el causante del llanto de la Intendenta! – gritó el tesorero corcoveador y desafiante.

- ¿Usted, usted eructó, che? – se extrañó el yerno de la alcaldesa con un hilo de voz-

- Yo. Y si la señora está gimoteando es porque he decidido renunciar a mi cargo. ¡Y he decidido lo que he decidido porque he recuperado por fin mi dignidad de varón!

Una empleada de maestranza que estaba recogiendo una bandeja de choripanes lo miró a Bertero entornando los ojos y dijo con voz sensual: "¡Ay, varón...! mientras le tiraba un besito.

- ¡Juicio señores! ¡Qué es esto, un quilombo! –gritó desde el escritorio Mamá Juniors secándose los últimos lagrimones con la corbata de su pariente. - ¡Y usted, -dijo señalando a Titín- renuncie si quiere, váyase a la misma mierda, mire lo que le digo, con todo respeto, che...!

- ¡Respeto, eso es lo que la gente me dispensaba el pueblo antes de entrar a este balurdo, ahora nada de eso me ha quedado! ¡Antes todos me respetaban, yo era un profesional distinguido y abierto, sobre todo abierto, porque siempre me abrí a los nuevos desafíos del destino...!

- Señor mío nada impide que usted siga siendo "abierto".... –dijo desde un rincón la empleada de maestranza mientras se rascaba el escote.

- Todos saben que usted es un contador "abierto"... – agregó la señora al mismo tiempo que sacaba una botella de anís turco del cajón del escritorio.

- ¡Abierto! ¡Abierto! ¡Todos saben que soy un funcionario abierto! ¡Pero resulta que eso de "abierto" me lo tomaron para la joda, me lo tomaron...!

- ¡Qué escándalo! – saltó la señora espìchando un trago- ¿Y quienes son los que se toman en broma semejante virtud, señor Titín?

- ¡Todos, todos! ¡Los periodistas, las señoras que barren la vereda, el cura, los pibes del barrio, todos!

A esta altura de los hechos el contador Titín estaba francamente exaltado, humillado y descamisado, gritaba amargamente moviéndose de un lado a otro del salón, se paraba y se sentaba con la misma facilidad que podría tener un sujeto con un resorte en el culo (con perdón de la palabra).

- Tranquilícese señor tesorero y disculpe, no creo que los motivos que está exponiendo sean suficientes para renunciar, lo de "abierto" fue un inocente slogan de campaña, abiertos al cambio, un gobierno abierto, una tesorería abierta...¿recuerda? – dijo el yerno de la Intendenta cerrándose la bragueta que le había quedado a medio cerrar.

- ¡Señor, en el barrio me gritan ahí va el " viejo abierto"! –gritó el tesorero fuera de sí.

- ¡Eso no es nada, señor, si supiera las cosas que me gritan a mí...! – retrucó la Intendenta.

- ¡Si fuera por mí, no me hubiese importado, pero ahora han empezado a gritarle a mi señora y eso no lo puedo soportar, por eso he decidido presentarle mi renuncia...!

- ¿Y qué le dicen a su señora?

- ¡Ahí va la "vieja abierta"!

Estas fueron las últimas palabras del tesorero, antes de retirarse para siempre de las cortes oficiales. En verdad, las misteriosas razones que lo llevaron a alejarse de su importante cargo, pertenecían al más estricto secreto y habían sido guardadas bajo siete llaves, pero, la indiscreción de los testigos que presenciaron la descarnada confesión, hizo que trascendieran, razón por la cual, hoy, estos dolorosos detalles son conocidos por los privilegiados que leen este opúsculo. Solo un detalle nos resta agregar para cerrar esta historia, las últimas palabras de la alcaldesa, quién una vez que el tesorero se hubo retirado del gran salón, dicen que dijo: "Dentro de todo no fue tan malo ya que en lugar de "viejo abierto" le podrían haber dicho "viejo caliente" con las lógicas consecuencias hacia su cónyuge. En fin, (dicen que agregó Mamá Juniors mientras espantaba un negrucho que se había posado sobre el balcón) son cosas de la política".
 
Facebook Twitter Delicious Linked in Reddit MySpace Stumbleupon Digg Whatsapp Enviar por Correo

Imprimir Noticia

El Tiempo
Tiempo Esperanza
Buscar Noticias
Frases Célebres
Una sola piedra puede desmoronar un edificio.
Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645)
Escritor español
Cotización del Dólar