AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 4

Número: 185

SIGUE LA NOVELA DE MAMA JUNIORS. HOY: QUE SIGA EL CORSO

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"¿Cuáles son las últimas novedades?" Preguntó la Gran Señora a su tesorero asomando apenas la cabeza desde una hamaca paraguaya que la gente de mantenimiento al mando del Señor Schmidth había instalado en el Salón de los grandes hurgueteos.

"La novedad en verdad no es una novedad, Su Señoría, porque debo decirle que estamos escasos de fondos y que de no habilitarse una canilla que nos habilite con sus dones pereceremos en el corto plazo" El escriba y Tesorero Mayor mientras hablaba sacudía unas monedas que se encontraban en el interior de una alcancía con la forma de un campanario. "Señora, es menester que se suspendan los pagos de todo tipo y que los sueldos de los empleados se congelen hasta nuevo aviso" insistió el contable fijando la vista en la hamaca paraguaya.

Debemos decir que por única respuesta, el funcionario a cargo de las entradas y salidas (más salidas que entradas), recibió un ronquido y un corcovo de Mamajuniors que luchaba por acomodarse entre las lonas que le oficiaban de lecho.

- ¿Se puede saber por qué le instalaron semejante hamaca en su despacho? - Preguntó con un hilo de voz el Secretario de Gobierno, un joven escuálido y de aspecto sufrido que estaba sacudiendo la alfombra en el balcón.

- Es un capricho de la señora, capricho que le hemos concedido por el hecho que no pudo tomarse las vacaciones por los sucesos de público conocimiento. - Explicó un empleado de la limpieza mientras juntaba tres botellas de Ferroquina Bisleri que habían quedado sobre el escritorio.

- Hay otra en la hamaca - señaló el joven escuálido.

- ¿Otra qué...? - preguntó el de la limpieza.

- Otra Ferroquina -completó el otro.

La Señora abandonó de golpe los ronquidos y asomó la testa sobre los bordes del camastro con los pelos parados y una marca en el cachete. Una pestaña postiza se le había salido de lugar.

- ¡Señor Titín! -llamó a los gritos- ¡Señor Tesorero Titín! ¿Dónde se ha metido?

- Acá estoy, señora, justo a sus espaldas.

- Señor Tesorero Titín impóngame de inmediato de las novedades del Reino.

Debemos decir en honor a la verdad que la escena era algo absurda dado que la señora daba las órdenes sin siquiera molestarse en dar la vuelta y dignarse mirar a su tesorero, agregado a esto que la hamaca paraguaya desde donde impartía sus consignas se balanceaba, puede imaginar el lector el calibre de la situación.

- Señora lo último realizado fueron los corsos 2009 en la calle Sarmiento bajo la batuta de algunas instituciones de la comarca y nuestra guarda, regencia y mecenazgo.

- ¿Cómo no era que lo organizábamos nosotros?

- Señora, para figurar como organizadores había que poner unos pesos, en cambio el acompañamiento nos salió absolutamente gratis.

- Muy bien y qué es lo que aportamos nosotros, señor Titín.

- Nuestro sello, nuestro estímulo, nuestras hurras, nuestras fotos y varias máscaras que oficiaron de animadores del corso y de paso vigilaron que no haya colados, todo gratis, gran Intendenta Mamá Juniors, Reina del Salado, Diosa Momo de los Perros Colorados. - Las últimas palabras del tesorero fueron acompañadas por un gesto de respeto arrojándose cuan largo era sobre el piso y yendo a caer de bruces justo debajo de la hamaca paraguaya.

- ¿Máscaras, máscaras nuestras, hombres de nuestro gabinete en el corso? -Preguntó la Gran Pachamama asomándose peligrosamente por el borde de su improvisado lecho.

- ¡Así es señora, el Doctor Gabriel Chapatín y su socio Raúl de la Cueva se pasearon por las carnestolendas de la calle Sarmiento disfrazados como Batman y Robin!

- ¡Batman y Robin! ¿Quién era Batman y quién Robin señor Tesorero?

- El doctor Chapatín puso como condición para participar que se permitiera llevar el traje de Batman, gran alcaldesa.

- ¡Qué bajón! ¡Lo veía al Señor de la Cueva mucho más parecido al hombre murciélago!

El diálogo algo incómodo entre la Intendenta y su contable terminó por aflojar los ganchos de los cuales pendía la catrera, por supuesto que bastó un nuevo corcovo de la señora para que el mamotreto se desplome con su dueña a bordo, con tanta mala suerte que el bulto de carne y lona fue a dar con toda su fuerza sobre el tesorero que permanecía acostado cuerpo a tierra sin imaginar el alud que se le venía. Una botella de Ferroquina Bisleri que había saltado como empujada por una gomera, cayó con retardo sobre la testa del tenedor de libros a quién los presentes le contaron ocho y lo dieron por nock out. La señora quedó en estado lamentable, despatarrada a más no poder, las ojotas volaron por el aire y el pollerín que tenía puesto ahora le tapaba la cara dejando al descubierto más de lo que el lector se imagina.

Con todo el batifondo en su máxima expresión fueron a aparecer las dos mascaritas, o sea Batman y Robin, que venían con la intención de ofrecerle una sorpresa a su Jefa y a comunicarle el éxito del corso. Cuando la señora los vio entrar estaba sentada sobre la cabeza del tesorero.

-¡Batman y Robin! -dijo lagrimeando- ¿Vienen a salvarnos? ¿Trajeron la recaudación del corso?

Era casi la hora de la siesta. Unas nubes pesadas se acomodaban en dirección al barrio Sur. Batman y Robin se acercaron a la alcancía que aprisionaba la mano derecha del tesorero y dejaron caer ocho monedas de un peso cada uno. Después se envolvieron con la capa y salieron corriendo. "No vuelvan" les alcanzó a gritar la señora mientras le tiraba agua de un florero al desmayado.
 
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