AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 3

Número: 174

IMPERDIBLE CAPITULO DE LA NOVELA DE MAMÁ JUNIORS. LOS OPERATIVOS ANTIMOTO DEL REGIMEN

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Su esplendencia la señora restauradora de todos los entuertos y arregladora de todos los estropicios posteriores a la era de Caponino Iº "El Grande" , se aprestaba a salir de recorrida por la ciudad de los esperantos dado que en el día de la fecha se iniciaba la represión contra los díscolos motociclistas que osaren negarse a usar casco. La señora, convenientemente ataviada con un bombachudo negro, botas de media caña en charol negro, un blusón amarillo patito y (por supuesto) un casco de aluminio opaco idéntico al que usaba el "chueco Fangio", montó en un automóvil antiguo conducido por uno de los dueños del Circuito Los Toboganes, al que apodaban "El magnífico". La alcaldesa se acomodó en el asiento del acompañante y ordenó se le dé manija al cachivache para iniciar la recorrida.
- ¡Salgamos de inmediato, señores! - dió la orden la Gran Dama y el fortachín salió tosiendo desde el frente del palacio con dirección Este por la calle Aarón Castellanos.

Se los vio pasar raudamente por la esquina del Supermercado saludando a una multitud que les gritaba de todo, se supone eran palabras de aliento, porque la Dama de Fierro sonreía mientras se acomodaba el casco de aluminio para que resulte visible la leyenda en el frente que decía "¿Querés cambiar?". Encararon para el lado de la Escuela San Martín y fueron disminuyendo la marcha porque en ese lugar se llevaba a cabo un operativo antimoto que había reunido a una multitud.
- ¿Qué sucede señora jefa de inspectores? - preguntó la Intendenta desde arriba del Ford a una gordita morruda que tenía detenidos contra la pared de la escuela a cinco personas.
- ¡Atención, compañeros! - dijo la gordita y de inmediato todos los inspectores se pusieron en posición de firmes.
- ¡Terminado! ¡Contésteme lo que le pregunto! - gritó la Jefa Espiritual de los Esperancinos.
- ¡Inspectores! ¡Dessss! ¡Canso! - mandó la otra - ¿Qué es lo que me había preguntado?
- ¡Le había preguntado! ¡¿Qué carajo estaban haciendo con toda esa gente contra la pared?!
- Son infractores señora. - contestó la Jefa.
- ¡Ya sé que son infractores! ¿Por qué los tienen de patas abiertas mirando a la pared de la escuela, si se puede saber? - insistió la señora.
- Me he permitido, mi comandanta, apercibir a los sublevados contra la autoridad, con una pequeña paliza como advertencia y de inmediato conminarlos a desaparecer de mi vista.
- ¿Una paliza? ¿Qué quiere decir con eso...?
- Unas cachetadas, señora, para que queden advertidos.

Mientras la Jefa hablaba, unos inspectores iban haciendo pasar a los motociclistas por un tunel que habían hecho con la bandera argentina y la bandera de la invencible Provincia de Santa Fe, los que entraban pegaban unos gritos y a medida que iban saliendo se agarraban la cara, montaban en su vehículo, lanzaban una maldición y se perdían en dirección de la Unidad Regional XI.
- ¿Usted está loca? - preguntó la Intendenta colgada de la ventanilla del Ford "T" modelo 29.
- ¡No señora! ¡No estoy loca señora! - respondió la petiza mientras le tiraba una chancleta a un motociclista que se escapaba.
- ¡Oiga, atiéndame, deje de tirarle cosas a la gente!¡Nos van a hacer un juicio, ya estoy podrida de juicios!

Ni bien la dama blanca hubo mencionado la palabra "juicio" se escuchó la frenada de un Mercedes del cual se bajó de inmediato el Doctor, asesor e Intendente sustituto con nombre de arcángel quién pegando dos o tres zancadas se arrimó al lugar de la escena con visibles muestras de entusiasmo.
- ¿Quién nombró la palabra "Juicio" - dijo secándose las comisuras con un expediente que decía "Doctor Gabriel Chapatín contra el pueblo de Venado Tuerto".
- ¡Doctor, menos mal que llegó! ¡Dígales a estos irresponsables que no se puede reprimir a golpes a la gente por más que no cumpla con la ley del casco! - rogó la alcaldesa al borde del ataque de nervios.

Mientras tanto la gordita petiza, Jefa y dueña de la calle, estaba agarrando a patadas a un adolescente que no tenía guiñe. "Yo te voy a enseñar mocoso de porquería", le gritaba corriendolo al pibe con la única ojota que le quedaba.
- ¡Mire doctor Chapatín, esto parece la época de Vítolo!

Aclaremos para los lectores desprevenidos que el tal "Vítolo" era un inspector de épocas pasadas que se las arreglaba solo para controlar el tránsito en la ciudad. La sola mención del viejo y temido funcionario mostraba a las claras la desesperación de la señora Mamá Juniors ante la desaforada forma de proceder de sus subordinados. Uno de los miembros del operativo estaba mostrando un manojo de pelos que le había arrancado a un menor que pasó el control sin casco.
- ¡Todos se escapan, señora! - gritaba el zorro levantando el puño derecho del cual asomaba parte de la cabellera del fugitivo.
- ¡Dupliquen el número de hombres! ¡Crucen un camión regador! - ordenaba la morocha morruda que a esta altura había perdido las dos ojotas.

Cuando se escucharon las sirenas de los patrulleros que aparecían a la altura de la plaza San Martín, la señora alcaldesa sugirió a su chofer que arranque el Ford y que se pierda lo más lejos posible de la batahola causada por su guardia de hierro. Cuando los policías llegaron al lugar el auto de colección había ganado una cuadra de ventaja en dirección norte. El doctor Chapatín se zambulló en su Mercedes y desapareció por la avenida haciendo chirriar las ruedas. La jefa de inspectores, descalza y con la pollera más larga en la parte de atrás corrió hasta el campo de deportes y saltó la reja. Cuando el Comisario de la XI por fín llegó al lugar de los hechos no quedaba nadie. El uniformado se bajó y avanzó hacia el túnel hecho con las banderas que era lo único que había quedado en pie "cúbrame" ordenó a un sargento que de inmediato sacó una ametralladora y apuntó en dirección al traperío. Con sigilo el oficial llegó hasta el hueco que dejaban los trapos, "voy a ingresar" dijo mirando fíjamente al sargento, acto seguido ingresó. Una vez adentro, los policías que rodeaban el lugar escucharon un misterioso ruido similar al que hace una mano al estrellarse contra un rostro.
- ¡Tomá mierda, así vas a aprender a cumplir con la ley!

Eso fue lo último que se escuchó. Los que vieron lo que sucedió a continuación dicen que un inspector del municipio envuelto en una bandera argentina terminó preso por pegarle al comisario.

El mediodía apuraba con los calores que confirmaban el comienzo del verano, los aparatos de aire acondicionado bufaban en el interior de las casas que se preparaban para la siesta. Una cuadra más al Oeste en la Plaza Mayor unos perros distraídos trotaban en patota en dirección al municipio ansiosos de un lugar fresco y, por supuesto, los pájaros cagadores, seguían defecando sin prisa pero sin pausa para desgracia de todos los sufridos habitantes de la Suiza de las Pampas.
 
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Luis Adolfo Thiers (1797-1877)
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