AÑO 18

NUMERO 61629

Opinión

Año: 1

Número: 8

¡No cualquiera sirve para mandar!. (¿Vos si, che...?

Así como los individuos deben desarrollar una actitud histórica,  una actitud en la vida, también los grupos de personas, los pueblos han de  plantearse un punto de llegada, un destino. “Queremos ser tal cosa” o mejor “Queremos ser tal buena cosa”.
Conducir a buen destino a los grupos humanos no es tan simple. Porque para eso se necesitan organizadores, hombres capaces que pongan de acuerdo a los individuos, que los unan comunitariamente, que les señalen los puntos cardinales. Por eso es que son indispensables los políticos con vocación unificadora, habilidosos en la conducción y -sobre todo- generosos, hasta sacrificados (que los hubo y los hay) en su porfía por llevar a sus conciudadanos a buen puerto. Ninguna imagen es tan buena como esta del barco que va hacia un puerto seguro, dependiendo de la ciencia, pericia e intención de su capitán. El conductor solidario (es decir el que hace coincidir su propio camino con el de todos) es el hombre del cual depende el viaje. Así de importante es el papel del político. Si el capitán, el caudillo o conductor solo pensara en él mismo, casi seguro, condenaría a la comunidad (a los que se confían a él) al fracaso. Eso no quiere decir que el líder no consiga su objetivo individual, pero el conjunto no conseguiría llegar a su destino, y se hundiría en la frustración y el desencanto (como la Argentina de hoy en día). 
De esto para colmo hay ejemplos por todos lados, el frigorífico Nelson sin ir más lejos, estuvo totalmente fundido más de una vez, pero sus dueños (que se beneficiaron con la ayuda financiera del Estado) es muy posible que se hayan salvado. Dejaron “el barco” a la deriva, solo,  a merced de los peligros de un mar encabritado sin pensar en la suerte de las familias que vivirán si la empresa vive, que continuarán si el barco flota, lo mismo que el pueblo todo (al cual usaron para enriquecerse) que ve amenazado su presente y su futuro ¿Qué pueden hacer los jóvenes que viven en un pueblo sin futuro? Irse, buscar otro destino. El grupo se rompe porque no hay salida para la empresa comunitaria (para el conjunto) y los individuos procuran (justicieramente) conseguir su salvación personal. 
¿Cuántos empresarios vaciaron sus empresas, aseguraron su patrimonio individual, afirmaron su situación de por vida y después llamaron a convocatoria a sus acreedores para que se cobren con las migajas que quedaban? ¿Y los obreros? No hay piedad para los obreros, no hay honra para las deudas, no importan los otros.  Otra vez el ejemplo del político que se salva a sí mismo. Ahora parecería que es toda la Nación la que padece ese mal, todo el mundo a la deriva, fundidos, debiendo a cada santo una vela, perdiendo todos los días algo. Procurando solo respirar un poco en cada jornada. Sálvese quien pueda. 
El jefe político (el verdadero jefe político) es el que encarna unipersonalmente la intención histórica de la Comunidad y asume plenamente la responsabilidad de su proyección. Probablemente lo que vemos aquí y ahora es una mala caricatura de lo que debe ser un conductor. ¿Quién asume plenamente la responsabilidad de conducirnos a buen destino? ¿Quién? Este tiene su plata en Suiza. Aquél otro una jubilación de privilegio y este puso sus bienes a nombre de la abuela. Sálvese quién pueda.
El barco se hunde. (No alcanzan los brazos para sacar el agua)
Los oficiales se rajaron. (Ya están en tierra firme, seguros, ellos y su familia)
No hay botes para todos. (¿Terminaremos luchando por los botes?)
Sálvese quién pueda.
No.
Mejor, empecemos de nuevo.
 
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Joseph Ernest Renan (1823-1892)
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