AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 3

Número: 155

¡NUEVO CAPITULO DE LA NOVELA! EL HISTORIADOR RUBEN LEON ARDE RECUERDA LAS ANECDOTAS DEL TRAGICO DIA DE LA INUNDACION

Hoy: RECUERDOS DEL AGUA.
 
Aclaración: Para evitar malentendidos, el narrador aclara, que los personajes de estas historias son absolutamente ficticios, falsos, inventados, producto de la fantasía, pura literatura. También es necesario aclarar que todo lo que se cuenta aquí es bruto delirio de la fiaca creadora. En caso de producirse alguna similitud con cualquier hecho real debe adjudicarse a simple casualidad, magia de la literatura ¿vio?. (E. F)
 
 
1-Introito
Visto y considerando los hechos de público conocimiento que terminaron con la votación de una miserable reparación económica a los vecinos del sur, es que vinieron a refrescarse los sucesos de la catástrofe hídrica que azotara a la Suiza de Las Pampas años atrás.

El historiador local Rubén León Arde nos recuerda que aquél día de aquel mes de aquel año llovía torrencialmente, a tal punto que a las cinco de la madrugada, el principal sodero de la Avenida Córdoba entró en el mingitorio de la sodería y vio como el agua del obsceno artefacto burbujeaba como si quisiera salirse por la tapa. Afuera la lluvia era de terror. "Todo vuelve" – pensó el fabricante de soda mientras se alejaba corriendo del ojo de la erupción registrada en el excusado.

A las seis de la mañana del mismo día otro hecho misterioso dejaba su marca en la memoria de los esperancinos: la balanza de la farmacia Perín pesaba con 3 kilos más de lo debido. El farmacéutico pensó que se trataba del fantasma de Scavarda, boticario pionero que solía pasearse por el local y que tenía por costumbre presionar con el pie la plataforma de pesaje. Sin embargo, cuando el farmacéutico quiso sonarse la nariz, constató que tenía los bolsillos del guardapolvo (y los zapatos blancos) llenos de agua. La tormenta estaba a esa hora en su punto máximo.

El historiador León Arde describió con singular detalle, en su diario íntimo, un comentario realizado por uno de los jefes del movimiento de vecinos unidos por el agua. Comentario registrado con motivo de la posible constatación casa por casa (A cargo de los sicarios del régimen de la alcaldesa) de los daños provocados por el siniestro.
- Nadie tiene derecho, señor mío, a husmear en casa ajena. ¡No señor!... por más que
pague una indemnización con todos los chiches. ¡Nadie tiene por qué venir a desconfiar! ¡Si yo y mis vecinos inundados decimos que aquel infausto día se abrió el cielo y un chorro del averno vino a calar nuestros huesos es porque es así y se terminó compañero!. ¡No hay derecho a dudar, señor mío, traiga de una vez la miserable limosna y váyase a rascarle el pupo a su hermana!

Así hablaba "Chiquito", el robusto, el cacique inundado, visiblemente molesto ya que, merced a lo votado por el Concejo Municipal, toda la parentela de la alcaldesa, amigos, asesores y conocidos le caerían como "peludo de regalo" a revisarle el rancho, con pretensiones de allanamiento, obviamente para verificar su historia.
 
-¿Por qué no verifican primero el edificio del correo viejo y de paso lo arreglan? –gritaba el caudillo en franca mención a una vieja tapera ciudadana.
- En el edificio del correo llueve más adentro que afuera maestro.... –dijo un flaquito de lentes que era el vocero televisivo de los inundados.
- ¡Ajá, culpa de quién!
- Culpa de Macri, señor que por esos días era dueño del correo...
- ¡Ajajá, y culpa de quién es que nosotros casi nos ahogamos!
- Culpa de nadie camarada, fue un meteoro de la naturaleza como dice el loquitor Marnicho.
- La caca de paloma también es un meteoro de la naturaleza y por eso no la limpiamos, porque es culpa de las palomas ...
- Si quiere le podemos dar la culpa a De Pace.
 
La cosa es que en aquél nefasto día no solo se inundó el correo, también se inundó el Parque, el barrio sur y se inundó la Avenida principal a tal punto que los empleados de la farmacia y el laboratorio "Pastofarma" hubieron de fabricar una pequeña balsa con una puerta, para retornar a tierra firme.
"Hicimos una balsa precaria y confeccionamos una vela con la tela de un guardapolvo recién comprado en "La favorita" que desguazamos para hacernos a la mar de la Avenida...– dijo un tal Jesús recordando el drama con lágrimas en los ojos - Además perdimos dos cintos que usamos para amarre y una escoba nuevita que sacrificamos para el timón.... "
- Salieron todos ilesos sin embargo... –preguntó tímidamente el historiador León Arde.
- Pero no fue fácil, el oleaje nos zamarreó con fuerza y en una escorada perdimos a la chica del laboratorio que terminó a la altura del Divino Botón... – dijo una empleada mientras escribía "socorro" con pasta dentífrica.
-A sotavento y a barlovento, los camiones nos movían la embarcación y casi nos hacen naufragar... – dijo el cadete mordiendo un Lexotanil -
- Y eso no es nada, anoche, después de casi dos años, encontré esto enredado entre los breteles de una prenda que usé ese negro día... – susurró una exultante señorita enseñando a todos una ramita de ligustrina."

El historiador y poeta Rubén el modisto, con ancestros entre los fundadores de la colonia, llegados con Castellanos desde el cantón de Valais, creyó conveniente, a esta altura del relato abandonar a su suerte a los compungidos náufragos vitalicios de la farmacia Perín y salir de inmediato al encuentro de otro testigo.
"Recuerdo que ese día el sodero de la esquina se ató diez sifones llenos de gas carbono a la cintura y salió nadando a brazada limpia hacia el oeste – contaba un peón de albañil que por entonces trabajaba en la zona, mientras mostraba como le había despintado un calzoncillo a lunares regalo de su primera novia.-
-Mire, no hay derecho, es un calzoncillo de salir... –agregó tristemente el media cuchara-
- ¿Lo puso en la carpeta?
- Si. Con foto y todo.

4-Epílogo con moraleja

El historiador y sastre Rubén León Arde dice que fue testigo involuntario de estas desgarradoras escenas, que, para colmo, (¡Oh, porca miseria!) no solo involucraban a los de su condición (simples cronistas empobrecidos) sino a sus vecinos, débiles humanos, desacostumbrados a los húmedos rigores de la suerte.
-¿Estos hombres, acaso son los mismos que en el carnaval de ese año, danzaron al compás de los tambores, maestro...? – preguntó la secretaria de una boutique al viejo historiador y modisto.
- Así es hija mía, los mismos que se mojaron los fundillos en medio del vendaval, se olvidaron rápido de todo y salieron al galope encandilados por las lentejuelas...
- ¿Y le está dado al Presidente del Honorable Concejo ciudadano, amo y señor del parlamento, el tal Piqui Andreoli, mover el esqueleto en medio del jolgorio popular al solo efecto de no desairar a la bastonera de la comparsa correntina?
- Está permitido, hija... nunca olvides que una pluma de ganso tira más que una yunta de bueyes... - respondió el viejo sastre mientras enfilaba hacia la plaza-
- No lo olvidaré maestro... –dijo en vano la chiquilla mirando al historiador que ya no podía oírla.
 
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