Yo señalo al ladrón, al malvado, al mentiroso, al avaro, al hipócrita.
La ciudad ...¿qué es para algunos la ciudad?
Un laberinto.
Una imponente ruina, un catafalco. Una morada vacía donde duermen las cenizas de un monstruo.
¿Es otra ciudad la que ven? 
Ven acaso perros amarillos. Gatos de terciopelo.
Ven en los pájaros que vuelan augurios funerarios.
Quieren que los que hablan bien de esta ciudad del arco para allá sean vistos como los que encienden el fuego del pecado, como los que adoran a una comarca monstruosa, hija de quien sabe que negras condiciones, engendrada en los oscuros intersticios de la noche.
¿Quienes somos los esperancinos?
Fantasmas que se levantan de sus borrosas tumbas.
Que arañan las tinieblas donde yacen hundidos.
¿Para qué todo el año construyendo ilusiones en un horizonte que se aleja?.
¿Para qué, entre falsos amigos que nos arrebatan el sueño?.
¿Que querrán? ¿Dónde está la joya ensangrentada que buscan?
¿Qué triunfo se puede disfrutar en una factoría desmantelada
sobre la escoria de un solar barrido
junto a una soledad huracanada?
¿De donde salieron éstos hijos que escupen donde comen?
Voraces y jadeantes, atizando, alimentando el fuego que devora a sus hermanos.
Los que siembran la peste
Levantan hogueras
Patíbulos
Los que alientan a otros para que destruyan nuestro hogar
para que el gusano amarillo de la envidia nos carcoma
Qué es lo que los lleva a inclinarse como súbditos, vasallos, dóciles, ante quien los somete y los corrompe. Que los hace pensar que el mundo, que su país, su casa, ellos mismos, pueden ser un infierno de aciaga podredumbre. Qué razones los lleva a seguir los hilos de una trama funesta.
¿Nos llevarán después al paraíso?.
O solo desatan la envidia tras una quimera o espejismo, donde reina el vacío y el horror, el desencanto sin piedad, el tedio, la más aciaga forma de la muerte.
Nos proponen un atolladero sin ayer ni mañana.
Hay que salvar el alma.
¿Empezamos de nuevo?