La presencia de Diego Solís que conmueve sino, que mueve a la participación espontánea de más de uno cuando arranca con ¨Fumando espero¨ o encara ¨Azúcar, Pimienta y sal¨ la famosa milonga que hiciera famosa la orquesta de Hector Varela. La presentación surtida a la que nos tiene acostumbrados el Club de Tango siempre convoca público, la sala colmada, sillas en los costados y si bien, el principio de gratuidad, estimula a unos cuantos la mayoría (ya se ha comprobado) no va cuando algo no le gusta o sospecha que no le va a gustar. Exito de público, con aplausos de pie, un buen cantor y... gratis. ¿Se van a servir algo más los señores?

Fino Missio conduce como siempre un espectáculo que se presenta algo surrealista, con danzas árabes, propuestas que incluyen chicos bailando tangos y vestidos como grandes, poemas introductorios, charlas amenas con el público, la presencia de funcionarios municipales y, claro, tango, tango cantado y tango bailado. Finalmente Diego Solís que sabe como conmover a la numerosa concurrencia. Nadie se movió de la silla en las tres horas largas que duró la propuesta y eso no es poco. Que siga el baile, el canto y -claro- que siga el Club.

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