Algunos vecinos de esta tranquila ciudad se agarran la cabeza porque ganó Trump en Estados Unidos. Eso es lo que se llama preocuparse "al pedo" (con perdón de la palabra), primero porque los norteamericanos son todos iguales y segundo porque estamos en el culo del mundo, somos el país de Latinoamérica que está más lejos de yankilandia. Entonces que se preocupen los yankis. Otra cosa fuera que las elecciones en Argentina las ganara Delía o alguno de sus hijos, porque entonces, sí que habría que cerrar los bolsillos con candado. 

Miramos tan lejos, a veces, que parecemos tarados. No podemos solucionar problemas sencillos acá a la vuelta y, cada dos por tres, salimos a pontificar de política internacional. Pongo como ejemplo el asunto del palacio Stoessel porque es bastante significativo. Primero porque cada tormenta desparrama tejuelas, mampostería y mugre por todo el barrio, y segundo porque es una amenaza para la integridad pública a una cuadra de donde sesionan los concejales. Si un pedazo de balcón se cae en la mollera de algún transeunte, entonces los responsables serán todos los esperancinos. No piensen que la Intendenta pagará los daños de su bolsillo porque, además de tener un yacaré en el bolsillo, siempre hace responsable a la totalidad de los contribuyentes. Le pasa los problemas, los canales y (por supuesto) las deudas. 

Ganó Trump en yankilandia, que lo parió. Mandemos una delegación para pedirle plata para limpiar el lago del parque que nos come la mugre, nos come la desidia, para colmo de males, las tortugas, muertas de hambre, se comen los patitos, se comen. Estamos preocupados porque ganó Trump, en las mesas de los bares, los parroquianos se agarran la cabeza. Todos nos agarramos la cabeza, una cabeza a la que le falta un tornillo, entonces que venga un mecánico para ver si la puede arreglar como dice el tango. O que venga Trump a comerse las tortugas que se comen a los patitos del parque, que venga.




 

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